EL ORIGEN DE LA ORDEN DE PREDICADORES
DE LAS EXCELENCIAS DEL GORRINO
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Este es el sueño que tuvo en una
remota aldea de Teruel, cuyo nombre no quiero recordar, un pastor llamado Julio
Calvo. Tenía el hombre pasados los cincuenta años y era casado y padre de cinco
hijos en la emigración. Su mujer, Antonia, admiraba su prudencia y mansedumbre.
Portaba el hombre, barba blanca, capa parda para el invierno, sombrero de ala
ancha y garrote, hecho éste, de madera de olmo viejo.
Una noche de verano, durmiendo en la
majada con las ovejas, tuvo un sueño. Había sobre un catafalco cubierto de sábanas
blancas, purísimas y, profusamente adornado todo con flores rojas, una bella
mujer desnuda y tumbada. Se apreciaba en su rostro un tremendos dolor como de parto… A
poco de alcanzar a ver la visión, la mujer parió un hombre que desapareció de
forma mágica. Al instante, salió de su vientre un león que portando unas
potentes alas, marchó por el cielo volando. Seguidamente vio salir de las
entrañas de la mujer un toro, que al igual que el león portaba alas y marchó, igualmente, volando. No cabía el pobre pastor en su asombro viendo lo que le sucedía a esta
mujer multípara cuando, de nuevo, ve salir de su vientre un águila que, tomando
impulso desapareció en el cielo. Pero, aún, asombrado de esta maravilla vio más
cosas en este asombroso sueño. Seguidamente, vio salir del vientre de la mujer
un coronado cerdo, hermosísimo y preto de carnes, que portaba en su boca una antorcha de
fuego. Sin embargo, en esta ocasión el animal no desapareció, por el contrario,
tomando la dirección en que dormía el pastor se poso sobre su pecho y permaneció
delante de sus ojos iluminándolo con la antorcha que portaba en su boca. La luz
y el calor de la antorcha no era un sueño y, la fuerza de esta luz y este calor, eran tan ciertos como lo era
la luz del día que comenzaba a amanecer. A tal punto era veraz todo lo que soñaba
que el pastor, sobresaltado, despertó del sueño y una vez despierto mantenía el
calor en su cara y en su boca. Verdaderamente era un prodigio. Desde ese día,
su boca empezó a exhalar en el aire, y en las palabras, la fuerza de un fuego
como de volcán profundo.
En vano intento el humilde pastor
comprender el significado de este sueño. Y, por más que consultó a magos,
nigromantes, psicólogos y sacerdotes, nadie supo darle razón cierta y clara de
este sueño. Subió, luego, al Santuario de Peñalba de Villastar por si los dioses paganos que
todavía dormían en su cima, fueran capaces de darle alguna explicación…, más todo fue
pardina.
Finalmente, en su afán por descifrar
este prodigioso sueño, abandonó el pastoreo y se empleó en la lectura de libros
sagrados. Vendió todas sus posesiones y compró los más arcaicos, raros y
misteriosos libros, que pudo encontrar en viejas sacristías, desvanes y
librerías de viejo. Al fin topó con un libro de Santo Domingo de Guzmán y vio
que su sueño tenía algún parecido con el suyo. Perseveró en la búsqueda y de
Santo Domingo, pasó a los Padres de la Iglesia. Leyó los sermones de San Agustín y extrajo ideas de su Regla conventual.
Al cabo de algún tiempo de meditación
y de reflexión comprendió que la senda de la vida le llevaba a la creación de
una “Orden” sino religiosa, sí civil, encaminada a la predicación. El objetivo
sería LA PREDICACIÓN de los valores de los recursos endógenos de su tierra. Y,
así, convencido de su misión. Comenzó por crear la Orden de los Predicadores de
las Excelencias del Gorrino Turolense. Y, en tal afán, lo encontramos hoy día, en
que esta tierra padece la agónica cuarentena del Coronavirus. Pero, advierte
que, superada la cuarentena, se echará a los “caminos” y su boca caliente difundirá
sin descanso las excelencias del gorrino, tal como el sueño le señaló.
ALABAR
BENDECIR
PREDICAR
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