Demetrio Carceller Segura (Las Parras
de Castellote, Teruel; 22 de diciembre de 1894-Madrid, 1 de mayo de 1968) fue
un ingeniero textil y político falangista español. Fue ministro de Industria y
de Comercio segundo gabinete de Franco, asesoró al dictador sobre la necesidad
de una aproximación a los Estados Unidos.(Wikipedia)
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REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
Demetrio Carceller Segura
Biografía
Carceller Segura, Demetrio. Parras de
Castellote (Teruel), 22.XII.1894 – Barcelona, 1.V.1968. Ingeniero industrial,
banquero y empresario.
Considerado como uno de los más
avispados financieros de España y uno de los más afortunados oportunistas
vinculados al régimen de Franco. Emigrado a Cataluña a los seis años, su padre
pasó de labrador a bedel de la Escuela Industrial de Tarressa, donde Demetrio
estudió bajo la protección de Alfonso Sala Argemí, conde de Egara, fundador de
la escuela. A los diecinueve años obtuvo el título de ingeniero de industrias
textiles. En 1914, con veinte años, trabajaba como químico en el laboratorio de
refinería de lubrificantes de la empresa Sabadell Henry. Cuando, el 31 de
diciembre de 1927, el gobierno creó el monopolio de petróleos, CAMPSA incautó
la refinería y Carceller se convirtió en su director. Un año después era
director adjunto de CAMPSA y conoció personalmente al general Primo de Rivera
y al ministro José Calvo Sotelo, creadores del monopolio.
A partir de 1933, Carceller comenzó a
colaborar estrechamente con los fundadores de Falange, José Antonio, Primo de
Rivera, Julio Ruiz de Alda y Alfonso García Valdecasas. Sus conocimientos
empresariales eran tales que José Antonio pensaba en él como el futuro ministro
de industria en un hipotético e ideal gobierno fascista a la española, cargo
que, dicho sea de paso, ocupó con Franco entre 1938 y 1942. Convertido, a sus
treinta y nueve años, en uno de los jefes de Falange en Barcelona, Carceller
tenía el perfil adecuado para convertirse en el líder que buscaba este sector
financiero para capitanear el nuevo movimiento nacionalista. Sin embargo, según
Payne, “su liderazgo no cuajó por dos motivos: por la falta de preparación de
aquellos industriales que pretendían apoyarlo y por el hecho de que a Demetrio
lo que más le interesaba era hacer dinero”.
Al estallar la guerra civil,
Carceller se trasladó a Burgos y trabajó en la Junta de Defensa desde 1938,
dentro de la Comisión de Industria y Comercio presidida por Joaquín Bau Noya.
En 1940 fue miembro de la Junta Política, del II Congreso de Falange Española
Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (FET-JONS), y
jefe provincial del Movimiento en Barcelona. El 16 de octubre de aquel año
sustituyó al militar Luis Alarcón de Lastra como ministro de Industria y
Comercio. Ejerció el cargo hasta 1945. Durante la Segunda Guerra Mundial
explotó, indistintamente, las necesidades de los aliados y del Eje. Acompañó a
Ramón Serrano Suñer en su viaje oficial al Berlín nazi, pero supo acercarse a
los países aliados porque, según decía, “los capitalistas de todo el mundo
podían entenderse”. Consiguió frenar a Juan March, y bajo su ministerio se
inició la corrupción a gran escala dentro del régimen.
Su salida del gobierno supuso la
continuación de una prodigiosa carrera empresarial. Decenas de consejos de
administración se disputaron sus favores y dejó en una envidiable posición
económica a sus descendientes. El 30 de julio de 1945, el ministro de Industria
relató a su secretario José Antonio Torrente Fortuño: “Yo nunca, cuando tenía
diez años y recogía peras y melones en el huerto a la vez que estudiaba, pensé
que llegaría a ser millonario. Para esto y para otras muchas cosas más, había
que saber tocar a Wagner con un peine”.
Mientras fue ministro se había
convertido en el interlocutor de los empresarios catalanes de su época. Fue
consejero de numerosas empresas, entre ellas los bancos Transatlántico, de
Fomento y de Aragón, y las compañías petroleras Repesa y CEPSA. Al tiempo que
se mantenía como procurador en Cortes designado personalmente por Franco,
ocupó puestos en dieciséis consejos de administración de grandes compañías:
presidente de Bebidas Americanas, de Productos Asfálticos, de Industrial
Cervecera Sevillana, de Siderúrgica Industrial Compañía Ibérica;
vicepresidente de la Refinería de Petróleos de Escombreras. En 1964 promovió
la creación del Banco Industrial de Cataluña, tres cuartas partes de cuyas
acciones fueron suscritas por los bancos industriales catalanes: Banco
Comercial Transatlántico, Banco de Sabadell y Banca Catalana.
Hasta su fallecimiento, en Barcelona
en 1968, la leyenda le atribuyó una inmensa fortuna personal. En los años
sesenta confesaba sin ambages: “En Barcelona residen, por lo menos, ciento
cincuenta ciudadanos perfectamente desconocidos del gran público que tienen
fortunas muy superiores a la mía, sin que por ello pueda significar que yo
estoy descontento. Y ante personalidades políticas y tertulias particulares
hace más de veinte años que vengo presumiendo de que ‘Carceller y las empresas
a que está vinculado Carceller, viven en España, pero no de España’. Y creo
que somos muy pocos los que, disfrutando de una posición económica desahogada,
podamos mantener este aserto”.
Bibl.: J. Muñoz, El poder de la banca
en España, Algorta, Zero, 1970; E. Álvarez-Puga, J. C. Clemente y J. M.
Gironés, Los 90 ministros de Franco, Barcelona, Dopesa, 1970; A. de Miguel,
Sociología del franquismo, Barcelona, Euros, 1975; F. Franco Salgado-Araujo,
Mis conversaciones privadas con Franco, Barcelona, Planeta, 1976; S. G. Payne,
Falange. Historia del fascismo español, Madrid, Sarpe, 1985; C. Molinero y P.
Ysàs, Els industrials catalans durant el franquisme, Vic, Eumo Editorial, 1991;
J. A. Torrente Fortuño, Bolsistas, banqueros y periodistas, 150 semblanzas
convividas, Madrid, Gráficas España, 1991; F. Cabana, La burgesia catalana.
Una aproximació històrica, Barcelona, Proa, 1997; I. Riera, Los catalanes de
Franco, Barcelona, Plaza y Janés. 1998; J. Baldavío y J. Sinova, Todo Franco,
Barcelona, Plaza y Janés, 2000; M. Sánchez Soler, Ricos por la patria,
Barcelona, Plaza y Janés, 2001; M. Sánchez soler, Los banqueros de Franco,
Madrid, Oberon, 2005.
Mariano Sánchez Soler
LA DINASTÍA CARCELLER
Villanueva Herrero, José Ramón
Durante los duros años del
franquismo, en la inmediata posguerra, hubo dos turolenses que tuvieron un
papel relevante en la política de la dictadura pues ambos fueron ministros del
régimen: uno fue José Ibáñez Martín, responsable del Ministerio de Educación
Nacional entre 1939-1952, y el otro, posiblemente menos conocido, fue Demetrio
Carceller Segura (1894-1968), nacido en Las Parras de Castellote y que ocupó la
cartera de ministro de Industria y Comercio entre octubre de 1940 y julio de
1945. A éste me referiré seguidamente.
Demetrio Carceller era hijo de una
familia campesina que, como tantas otras, emigró desde las tierras turolenses a
Cataluña en búsqueda de un futuro mejor. Establecidos en Tarrasa, pasados los
años Demetrio llegó a ser ingeniero textil en esta industriosa ciudad catalana.
Durante los años de la II República, inició su andadura política en las filas
de la derecha fascista, razón por la cual colaboró con José Antonio Primo de
Rivera en la fundación de Falange Española (1933).
Iniciada la Guerra Civil, consiguió,
al igual que Ibáñez Martín, evadirse de la zona leal a la República y llegar a
la zona rebelde, en donde participó en la recién creada Comisión de Industria y
Comercio de la Junta de Defensa de Burgos. Carceller, por aquel entonces con
importantes intereses vinculados a los negocios petrolíferos desde la fundación
de CAMPSA (1927) y CEPSA (1929), desempeñó un papel decisivo (“intervención
capital”, según Ramón Garriga), para conseguir los vitales suministros de
carburante que precisaban los sublevados para sus tropas en los primeros
instantes de la contienda, antes de que recibieran el masivo apoyo procedente
de las potencias fascistas, esto es, de la Alemania de Hitler y de la Italia de
Mussolini. Tal es así que los contactos del turolense Carceller hicieron que la
multinacional petrolera americana Standard Oil suministrara de forma inmediata
éstos a los generales Mola y Franco, cabezas visibles de la sublevación liberticida
contra la República.
Durante la Guerra Civil, Carceller, a
quien ya se empezaba a conocer como “el cerebro económico de la Falange”, fue
ganando prestigio y poder político en la jerarquía franquista. Concluida esta y
en pleno delirio filonazi, Carceller formó parte de la nutrida delegación que,
al mando de Serrano Suñer, viajó a Berlín en septiembre de 1940 con el
propósito de acordar la entrada de la España franquista en la guerra mundial al
lado de las potencias del Eje. Carceller había recibido el mandato de Franco de
estudiar los métodos puestos en práctica por la Alemania nazi para obtener dos
productos que el régimen consideraba vitales en la depauperada España de
posguerra: la fabricación de gasolina sintética
y de abonos químicos, razón por la cual el turolense efectuó diversas
reuniones con técnicos alemanes y trató con los jerarcas nazis importantes
temas económicos.
La estrella de Carceller era
ascendente y un sentimiento de admiración hacia el político turolense se
extendía entre la delegación española enviada a Berlín, hasta el punto de que
algunos querían ver en él a “un mago de la obra de reconstrucción económica de
España”. Pero el objetivo último que con ello se pretendía no era otro que
servir a los fines de un quimérico expansionismo “imperial” aireado por el
franquismo al socaire de su abierta alineación con la Alemania nazi, la misma
que estaba despedazando a la vieja Europa. De hecho, se pensaba que, si la
España franquista resolvía el problema del autoabastecimiento de gasolina y
fertilizantes, podría jugar un “papel decisivo” en la guerra y el consiguiente
reparto de un botín colonial que se intuía próximo.
A su regreso de Berlín, Franco, que
confiaba plenamente en los planes económicos de Carceller, lo nombró ministro de Industria y Comercio (17
octubre 1940), con lo cual dejaba en manos del falangista de Las Parras de
Castellote la inmensa tarea de reconstruir la economía de aquella triste España
de la posguerra, sumida en la miseria y la represión y cuyo primer eslabón fue
la creación del Instituto Nacional de Industria (INI) en septiembre de 1941.
La gestión del flamante ministro
turolense, compañero en el Gobierno de su paisano Ibáñez Martín, se caracterizó
en un primer momento por su entusiasmo germanófilo. Convencido como estaba de
la inminente victoria del III Reich, era de la opinión de que había que ayudar
a la Alemania nazi en todo lo posible, suministrándole todo cuanto pidiera
(sobre todo hierro y wolframio para su industria bélica) sin exigir, como
contrapartida apenas nada, lo cual se
resumía con total nitidez en una frase del mismo Carceller: “A la hora de la
victoria verá Hitler quienes han sido sus verdaderos amigos y recibiremos el premio
que nos hemos merecido”.
Pero la realidad fue bien distinta:
la gestión de Carceller propició los desastrosos balances comerciales
hispano-germanos de 1940, 1941 y 1942. No fue hasta finales de 1942 cuando el
astuto Carceller percibió que la guerra cambiaba de signo tras las derrotas
nazis de Alamein y Stalingrado y por ello mudó su inicial servilismo pronazi
por una mayor presión económica sobre Alemania bajo el lema de “Te daré lo que
me pides, si recibo aquello que necesito”. Fue entonces cuando intentó
desarrollar, con tecnología alemana, los proyectos para la elaboración de
gasolina sintética y abonos químicos a partir de pizarras bituminosas y lignitos
de baja calidad. En este contexto hay que situar la creación en noviembre de
1942, dentro del INI, de la Empresa Nacional Calvo Sotelo de Combustibles
Líquidos y Lubricantes con el objeto de explotar las cuencas de Puertollano y
Teruel y cuya producción, según el régimen debía de cubrir el 25-30 % de
consumo nacional, pues se pensaba en producir mensualmente la irreal cifra de 10.000 Tm. de gasolina
sintética.
De Carceller debemos señalar
igualmente que fue el primer ministro de Franco que volvió la espalda a la
Alemania nazi cuando percibió la futura derrota de ésta y jugó, hasta su cese
el 18 de julio de 1945, la carta del triunfo aliado pues pensaba que los
capitalistas de todo el mundo, entre ellos los nuevos ricos surgidos al amparo
del franquismo, como era su caso, debían de ser “buenos amigos” para hacer
frente al enemigo que se vislumbraba en el horizonte en caso de una victoria
soviética en la Guerra Mundial una vez abatida la Alemania hitleriana.
Continuando con la trayectoria
política del ministro turolense Demetrio Carceller digamos que, cuando Franco
lo cesó como ministro de Industria y Comercio el 18 de julio de 1945, tras
cuatro años y medio en el cargo, el político nacido en Las Parras de Castellote
era ya uno de los hombres más ricos de España, pues cuando dejó el gabinete
contaba ya con una inmensa fortuna. Según datos aportados por el eminente
historiador Josep Fontana en el VII Congreso de la Asociación de Historia
Económica celebrado en Zaragoza en septiembre de 2001 sobre el tema “La
economía del primer franquismo”, el ingeniero falangista acumuló su fortuna
como consecuencia de que “ninguno de los negocios, empresas, industrias,
comercios, permisos de importación, de explotación, negocios bancarios,
establecimientos de industrias o su ampliación, o de comercio, ni una sola
actividad industrial, comercial o de la banca españolas, puede realizarse sin
contar con el beneplácito de don Demetrio Carceller”, por cuyas manos pasaron
“miles y miles de millones de pesetas”, pero no sin dejar “peaje”, por lo que a
Carceller se le ha considerado el iniciador de la corrupción en gran escala
generada por el franquismo, el cual ya poseía una fortuna considerable derivada
de sus negocios de refino de petróleo cuando fue nombrado ministro en 1940.
Una anécdota curiosa de ésta época de ministro refleja el peculiar
carácter de Carceller. En cierta ocasión, hablando con el agregado comercial de
los Estados Unidos, le preguntó cómo
podría obtener un coche Buick del último modelo que acababa de salir de
fábrica. El americano, amablemente, le contestó que él se encargaría de que el
ministro tuviera el vehículo que tanto deseaba. “Acepto –respondió Carceller- ,
pero nada de regalos. Lo quiero pagar”. Pasaron unas semanas y el mismo
diplomático se presentó para anunciar: “Señor ministro: a la puerta del
Ministerio está el Buick que usted deseaba. Le sugiero un paseo a prueba”.
Carceller abandonó todos los asuntos y subió al coche. Terminada la prueba y
encantadísimo de su Buick, dijo al norteamericano: “Me tiene que decir lo que
le debo, pues quedamos que lo quería pagar”. “Me debe 500 pesetas”, replicó el
norteamericano al indicar un precio simbólico con el cual deseaba congraciarse
con el ministro Carceller. Acto seguido, éste sacó la cartera y alargó un
billete de 1.000 pesetas. “No tengo cambio”, se excusó el yanqui. “No importa
–respondió el ministro- quédese con las 500 pesetas y envíeme otro Buick” fue
la respuesta del ministro turolense.
Así fue como se asentó la dinastía
Carceller, una dinastía de gran poder económico que ha ido creciendo, año tras
año, hasta la actualidad. De este modo, el patrimonio del político y empresario
turolense, cimentado inicialmente en los negocios petrolíferos (CAMPSA, CEPSA),
energéticos (Hidrocantábrico) y financieros (Banco Herrero), fue continuado por
su hijo Demetrio Carceller Coll, mediante el control de la industria cervecera
Damm, de la cual era presidente y el mayor accionista así como desde la
presidencia del Banco Comercial Transatlántico (Bancotrans), del cual era
propietario del 11 % de sus acciones, o su participación en Sevillana de
Electricidad, empresa vinculada a Endesa.
Pero la expansión de la dinastía
Carceller alcanzó su cenit de la mano de Demetrio Carceller Arce, el
“nietísimo” del ministro de Las Parras de Castellote y que, a fecha de hoy, es
una de las fortunas más potentes de España. Su inmenso patrimonio se extiende
desde sus participaciones en la Bolsa (que superan los 1.000 millones de
euros), hasta un amplio conglomerado de empresas: la familia Carceller extiende
su poderío económico por todo un holding empresarial del que forman parte la
Sociedad Anónima Damm (presidente y máximo accionista con el 23 % del capital
de la cervecera), así como empresas del sector petrolífero y energético como Disa
Corporación Petrolífera, que controla la distribución de carburantes en las
islas Canarias, en donde se halla domiciliada por cuestiones fiscales, así como
CEPSA, Repsol, Atlántica Petrogas, Unión Fenosa, Gas Natural o Hidrocantábrico.
El emporio se extiende igualmente al sector de las empresas constructoras e
inmobiliarias: Demetrio Carceller Arce es propietario del 6,04 % de las
acciones de Sacyr-Vallehermoso y fue uno de los impulsores del asalto
protagonizado por esta constructora para hacerse con el control del BBVA;
además, es miembro de los Consejos de Administración de diversas industrias del
sector alimentario como es el caso de Ebro-Puleva e, incluso de otras empresas
diversas como la dedicada a la producción de pinturas CIN-Valentine.
Ciertamente, nadie sabe con certeza
la cuantía del patrimonio de Demetrio Carceller Arce, cabeza visible de la
fortuna amasada por la familia del político de origen turolense. Su nieto,
austero, discreto, alejado siempre de los medios de comunicación, profundamente
enraizado con la más selecto de la burguesía española a pesar de tener su
residencia en Londres, es el símbolo de una familia poderosa que ha pasado
durante muchos años desapercibida para el conjunto de la sociedad que desconoce
su trayectoria y el poder económico acumulado desde los tiempos de su abuelo,
aquel antiguo ingeniero textil embarcado más tarde en negocios petrolíferos,
ministro franquista de Industria y Comercio en los años más duros de aquella
España triste, hambrienta, autárquica y víctima de la inmisericorde represión
por parte de los vencedores de una trágica guerra civil mientras que los
adictos al régimen medraban en la política y la economía del franquismo.
Esta es la breve historia de una
familia, de la dinastía Carceller, una familia que no sufrió los rigores de la
España del racionamiento y la pobreza, que se enriqueció al amparo de la
dictadura franquista y que hoy es una de las mayores fortunas en la España
democrática, una familia que, a buen seguro, tampoco sufrirá los efectos de la
crisis económica global. Así es la vida, así es la historia de los poderosos.
(Diario de Teruel, 22 y 29 de
noviembre de 2009)
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