VIAJE AL OBSERVATORIO DEL CEFCA
Día: 21 de marzo
Hora: 9:00 horas
Lugar: bar Happines
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LA AFICIÓN A LA ASTRONOMÍA
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Ni Hiparco de Nicea, ni Aristarco de
Samos, ni muchos menos Nicolas Copérnico
fueron tan grandes astrónomos como Fabianus Orriendus. Fabianus ya de zagalote le gustaba sobremanera ir a misa todos los
domingos y fiestas de guardar, más aún, en cuanto pudo se metió de monaguillo.
No era la razón de esta apetencia religiosa el amor a la Fe o a las Virtudes,
todo lo contrario, había una razón secreta que le llevaba a escuchar con
atención la Santa Misa.
Todo sucedió una mañana de domingo mientras
que el cura se revestía para decir misa en la sacristía. Fabianus le ayudaba alargándole
ya el cíngulo, ya el manípulo, ya la estola, en tanto que el sacerdote, de
forma pausada y cadenciosa tomaba la copa y colocándosela en los labios inclinaba
la cabeza hacia el tozuelo. Así, mientras el líquido caía en su garganta, la
nuez del garganchón le subía y bajaba como si fuera un potente muelle. Tal fue
la curiosidad del monago al ver al mosén de esta guisa que no dudo en
inquirirle la razón de esas libaciones antes de salir a “celebrar”. Mira Fabianus,
le espetó el mosén entre mordaz y cortés, mi verdadera vocación no es la de
sacerdote. A mí, lo que verdaderamente me hubiera gustado ser es astrónomo. Por
tal razón, dijo guiñándole un ojo, levanto la cabeza hacia el cielo tan a menudo.
La inclino hacia atrás, para poder ver mejor las estrellas, ¿comprendes zagal?
Si señor cura, dijo Fabianus, a mí
también me gustaría ser astrónomo. A lo que el sacerdote, soltando una sonora y
etílica carcajada, le contestó. Pues, hijo mío, aprende y, para aprender, no
dejes de venir nunca a misa. Tú, le pronosticó, con el tiempo llegarás a ser
como yo, un gran ASTRÓNOMO.
Como los padres de Fabianus vieran en
el zagal tal dedicación a la iglesia y a los oficios sagrados, particularmente
a la misa, un día le preguntaron. A ver Fabianus, hijo, tú de mayor, ¿qué
quieres ser? El muchacho sin pensárselo dos veces contesto: ASTRÓNOMO.
Y, cómo tal, respondió el padre, pero,
a ti quién te ha metido en la cabeza esa idea. Yo, dijo el zagal, quiero ser
astrónomo como el cura… para empinar bien el codo. A lo que su padre, viendo la
inocencia del zagalote, soltó una sonora carcajada.
Pero la “vocación” del muchacho era
real y al poco tiempo ya era asiduo cliente de la “Academia de Astronomía”.
Pues, tal era el nombre del bar de su pueblo, un nombre que fue puesto en su
honor.
Cualquier lugar es bueno para instalar un telescopio.
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