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domingo, 18 de noviembre de 2012

Noviembre2012/Miscelánea. TERUEL ( I I ) LA CONQUISTA DE LA VILLA DE TERUEL

TERUEL
(Segunda parte)
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Por José María Quadrado y Nieto (1819-1896)
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RECUERDOS Y BELLEZAS DE ESPAÑA (ARAGÓN)
Sobre la histórica muela a que tantas glorias andan vinculadas, inútil es buscar los inciertos vestigios del Turulium, de Turba o de Lobetum, de los Turdetanos rivales de los Saguntinos, o de los Bergistanos que vendió por esclavos la opresora república del Tiber. El polvo de aquellas poblaciones célticas o romanas yace estéril e infecundo; sus memorias y hasta su existencia entregadas a las disputas de los anticuarios; entre Teruel y su ascendiente, quien quiera fuese, median la invasión goda y la sarracena ocultando con densas sombras los eslabones de su genealogía. Pero a mediados del siglo XII surge del caos del mahometismo una historia y una ciudad nueva, ennoblecida en su cuna de heroicas hazañas y con sobrenaturales portentos. Bravos adalides apostados contra los moros en la frontera, que una feliz campaña había adelantado hasta Alfambra, emprendieron fijarla en las márgenes mismas del Guadalaviar, amenazando ya las ricas llanuras de Valencia. Un rey valiente calificó de temeridad su valor; más ellos, con generosa indocilidad, abandonados a sus propias fuerzas, llevaron a cabo su designio en 1171, y tremolaron el pendón aragonés sobre aquellos cerros donde existía una villa vieja que llamaron de Santa María. Un toro  y una brillante estrella desde el cielo, si es que caprichosa etimología del nombre o arbitraria interpretación de los blasones municipales no han inventado el prodigio, señalaron el sitio de la población futura, cuyos cimientos se amasaron con sangre de sus defensores y de los enemigos que combatían la naciente obra. Lo que construía un brazo con el azadón lo amparaba el otro con el escudo: la villa creció entre los combates, siendo cada casa una trinchera: y su conservación pareció más difícil todavía que su fábrica a Alfonso II, cuando en 1176 visitó la tierra que a pesar suyo habían ganado sus vasallos (1). Dejoles la gloria y el peligro de sus hazañas, otorgoles los fueros que escogieron, que fueron los de Sepúlveda, y sancionó a favor de los denodados vecinos la propiedad absoluta adquirida a costa de tanta sangre.
(1) De los anales de Teruel extractamos la relación sencilla de su gloriosa fundación. En el mes de noviembre de 1176 vino Alfonso II al lugar que en este término había, llamado  Santa María de Villavieja, con mucha gente y grandes fuerzas para hacer frontera y plaza de armas contra los moros, más viendo que era peligrosa la empresa lo suspendió, hasta que uno de los adalides le dijo: “Dadnos para nos y los nuestros los furos y libertades que nos vos demandaremos, et con la ayuda de Dios poblaremos una villa en esta comarca. Los que así hablaron al rey fueron Sancho Sánchez Muñoz y Blasco Garcés de Marcilla; y el rey les dijo “que si tal volien fer lo ficiesen por si, más no por él ni en su nombre, antes los agenaba y desnaturaba como non vasallos suyos; porque si la dita obra no hubiese cabo, a él no fuese vergüenza ni le pudiese ser retraído”. Y examinando el territorio escogieron por sitio la muela en que hoy está fundada; y por haber hallado un mañana al amanecer un bravo toro encima del cual resplandecía una estrella, y habiendo el toro empezado a bramar, lo tuvieron por feliz anuncio, y del nombre del toro y del de la estrella, llamada Actuel, dicen se formó el nombre de Teruel o Toruel (Turollium). Empezaron a atrincherarse y abrir zanjas con gran trabajo, pues los moros les combatían, estableciendo así los cimientos con piedras y tierra bañadas en su sangre misma. Mientras unos edificaban otros lidiaban, y muchos morían cada día sobre los fundamentos de los adarves.”
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