TERUEL
(Primera parte)
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Por José María Quadrado y Nieto (Ciudadela1819- Palma de Mallorca1896)
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RECUERDOS Y BELLEZAS DE ESPAÑA (ARAGÓN)
Inconmovible ante el embate de los años, yérguese orgullosa Teruel, separada solamente siete leguas de la belicosa Albarracín la comerciante, y el aspecto de la naturaleza cambia tan por completo como si entre sí se hubieran acercado dos apartadas zonas. Rasas llanuras en vez de sierras escarpadas, gruesas tierras de labor en vez de peñas y matorrales, en vez de soledad movimiento, riqueza en lugar de poesía. Teruel no se recata de las miradas del viajero, no acecha sino que llama; y mucho antes de bajar la breve cuesta que la encierra como en ancho circo, aparecen sus cimborrios y numerosas torres rematadas en aguja o truncadas en almenas. El Guadalaviar, no ya impetuoso y fiero como en las gargantas de Albarracín, tranquilo y enriquecido con los caudales del Alambra, besa el cimiento de la ciudad, y alejarse luego a lo largo de su dilatada huerta en busca de las regiones afortunadas donde recibe el poético nombre de Turia. Un abandonado edificio gótico, convento que fue de franciscanos, guarda risueño el pie de la subida que conduce a la población; la grandiosa mole del Seminario, antes famoso colegio de Jesuitas, cuya barroca ornamentación indica menos gusto que opulencia, asoma en lo alto entre despedazados muros incrustados en las peñas; y por encima del apiñado caserío cimbréanse las torres de las siete parroquias, formando una corona en derredor de la catedral.
Pero al trepar la cuesta detiene al viajero un monumento más singular que a su izquierda se presenta; es un acueducto con que el siglo del renacimiento se esforzó en emular la grandiosidad de los romanos. Allí volvemos a encontrar la concepción ingeniosa y atrevida, la mano benéfica del autor de la mina de Daroca, del francés Pierres Vedel que vino a sembrar aquel suelo de obras de magnífica utilidad. Doble fila de esbeltos arcos enlazan la altura en que la ciudad está asentada con otra cercana colina, salvando la profundidad del barranco y abriendo al agua un aéreo cauce; una especie de galería taladra los estribos de los arcos superiores, y da paso a los hombres y caballerías, mientras arrastran los carruajes por el bajo suelo. La solidez y la osadía, la belleza y el provecho, la paciencia y el ingenio se dieron las manos en aquella obra mixta de ingeniero y arquitecto. (1)
Rojizos y quebrados cerros, hacia los cuales se dilata el mezquino aunque populoso arrabal, ahogan el horizonte de Teruel por el norte y levante; y como para contrarrestar su opresor dominio, se elevan allí a su mayor altura los antiguos muros impotentes sin embargo para la resistencia. En 1379 la vejez de éstos exigió ya general reparación, y entre sus renovadas torres alzáronse entonces dos nuevas y magníficas (2) al lado de la puerta de Zaragoza, junto a la cual avanza hoy con sus ángulos recortados a modo de media estrella un reducto de forma tan singular como el nombre que lleva de castillo de Amberes. Del lado empero de poniente ciñe a Teruel un muro moderno, desde cuyo ancho terraplén se espacia la vista por más frondosas cercanías, y cuyo pie ocultan desde las cuestas de enfrente algunas fábricas y caseríos de las afueras, imitando una ciudad sobrepuesta a otra.
(1) En una memoria del archivo municipal de Teruel se lee: “que el año 1537 empezó a fabricar el insigne arquitecto Pierres de Bedel la excelente obra de los arcos, la cual se hizo para conducir el agua de una fuente que dista media legua de la ciudad para el abasto de ella, habiéndose gastado en taladrar un monte con una mina y en hace mas de 140 arquetas de piedra picada para que en dicho trecho repose el agua, coronando esta obra el remate de ella para pasar un valle con ocho arcos de tanta altura y maravilloso primor que se tiene por obra de las más admirables de España, teniendo cada arco de concavidad 94 palmos geométricos y costó más de 50.000 escudos”
(2) De la construcción de estas dos torres y de otras obras hace mención una sentencia pronunciada por Pedro IV en II de abril de 1374 entre la ciudad de Teruel y la comunidad de sus aldeas. En ella se dispone: “ que de present sian continuats e acabats aquells dos aljups qui son comensats en la plassa de Terol perfectament. Ítem que sia reblit o pou qui es en partida cavat en mig de la plassa, car posat que si trobás aygua seria cosa inútil e poc profitosa, tant seria pregont. Ítem que sian fetas duas torres cegues tró en egual del andador del mur en la entrada de la porta de Çaragosa que hajan de frent cinch coldes e isquen del mur a fora cuatre coldes, e sian ben valletjadas ab ponts levadizos e entre las duas torres sia lo pasatje de la porta, e que s´continuen ab lo mur e sian envestidas ab les altres duas torres bellas que y son já, pert tal com las torres aquellas son flaquas e no ixen fora lo mur. Ítem, que sian acabats los molins e que y sian mesas totas molas que u son, en manera que no´s perden. Ïtem que sian reparadas las altras torres dels murs e los andamis e losmur vells, en tant cuant fan a reparar solament etc.” (Archivo de la comunidad, caja 3 nº 54). Las dos torres llevaban esculpidas la fecha de su construcción, 1379, y la de la población de Teruel, Era MCCXIIII o año 1176.
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