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jueves, 22 de noviembre de 2012

Noviembre2012/Miscelánea. OTOÑO EN LA PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN DE TERUEL

PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN
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En la Plaza de Playa de Aro hay un monumento de cuando los catalanes y los aragoneses buscábamos el encuentro y la cooperación. Nosotros, el reino, seguimos perseverando, no parece tal el condado. Vino a Teruel el alcalde de Playa de Aro buscando el arrimo de Los Amantes de Teruel y las dos  poblaciones se hermanaron. Pasó el tiempo y de aquello sólo quedó la distancia, el olvido… y una escultura en medio de la rotonda. Dos grandes aros de compromiso matrimonial, una gaviota y dos manos (las de Los Amantes de Teruel) que casi se rozan. Querían vender los catalanes: playa, sol y “AMOR”. Entre la Playa de Aro y la de la Constitución, media Sanz Gadea. Una calle con nombre de avenida y un médico que marchó a África a aliviar de penas a los nativos. La Caja (Ituero) la ortopedia y San Pablo (Florencio) por la derecha. Rokelín, Blasco, Te y Café por la izquierda. La avenida se agota en si misma dando, rápidamente, paso a la Plaza en cuestión.
Llegan como ríos cargados de vehiculos las avenidas, la de América, la de Sanz Gadea, la de Aragón, la de Europa y, también, la modesta Cuesta de los Gitanos (donde Leocadio Brun hacía el belén viviente, entonces, con el “buey y la mula”), hasta esta plaza llamada de la Constitución. Allí, junto a la iglesia de Santa Emerenciana (patrona de Teruel), hay un run-run de viejos por la tarde en los carasoles y, abriéndose  la avenida de Aragón, un parque cubierto de gritos de niños. Ha caído el otoño sobre tan soberbia plaza desnudando los chopos de la rotonda de sus últimas hojas amarillas. Hace algún tiempo se pensó en poner aquí la fuente que se quitó de la Glorieta. Los vecinos aún esperan… La monumental fuente daría vida a una plaza algo desangelada, ahora. Sus esculturas, alegoría fundida de la historia de la ciudad, harían compañía al San Pablo de Gonzalvo, en la propia residencia de la tercera edad y a la de Escriche en el Parque de la Estrella. Adentrándonos en la avenida de Aragón, aún tiene Gonzalvo otra escultura en la parroquia de San José.  La plaza, que es el eje vertebrador del Ensanche, parece ahora inconclusa. Se terminará el polígono Sur y será preciso darle un aire capitalino y ciudadano a este espacio que parece ahora rabal, extremo  y  fin de la ciudad. Mientras, la esbelta torre de la iglesia cae sobre las hojas del otoño y duerme soñando a la espera de nuevos tiempos, de superadas crisis y de nuevos ritmos para los espacios urbanos.
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San José, obra de José Gonzalvo.
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La desolación del invierno.
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