FEDERICO TORRALBA SORIANO
Por Concha Monserrat
EL PAÍS
Casi centenario, Federico
Torralba Soriano (Zaragoza, 1913) falleció en su ciudad natal el pasado 22 de
abril (2012). Era el último superviviente de una generación de catedráticos de
Historia del Arte aragoneses de la envergadura de José Camón Aznar, Francisco
Abbad, Julián Gállego o Santiago Sebastián.
Decano de los historiadores y
críticos de arte españoles, deja tras de sí una historia que le vincula no solo
con la docencia, sino con una visión mucho más contemporánea de la historia del
arte. Torralba, como recordaba su discípula, la doctora Elena Barlés, “abrió
los ojos al mundo desde siempre”. Muestra de ello es su excepcional colección
de arte oriental que reunió con pasión y que hoy está en el Museo de Zaragoza.
Japón reconoció su esfuerzo y en 2008 su embajador en España le hizo entrega de
la Orden del Sol Naciente con Rayos Dorados, reconocimiento que, afirma Barlés,
“se entrega a quienes han cumplido ya los 70 años y han contribuido a difundir
la cultura de ese país”. Ese mismo año, en sus Estudios sobre Arte de Asia
oriental se recogían sus publicaciones sobre este tema.
Durante la época de mayor asfixia
cultural franquista, Federico Torralba viajó asiduamente: a París, a Venecia
—él se consideraba “veneciano adoptivo”—, apasionándose por las corrientes
artísticas de mayor actualidad, y en una fecha tan temprana como 1946 publicó
el ensayo Trayectoria de la pintura moderna. En esa línea, impulsó desde
Zaragoza uno de los principales movimientos artísticos de vanguardia, el grupo
Pórtico, en torno al cual se reúnen algunos de los primeros representantes de
la abstracción española entre 1947 y 1952. En Pórtico se encuadraron artistas
como Santiago Lagunas, Eloy Laguardia o Fermín Aguayo. También alentó, junto a
Antonio Fortún, otro grupo artísticamente innovador, Azuda 40.
En 1978, la editorial Alhambra le
encarga la parte dedicada a la pintura en la Historia del Arte Hispánico. El
siglo XX, una más entre las muy numerosas publicaciones que dedicó a temas de
historiografía artística.
Desde 1972 hasta su jubilación en
1983 fue catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza, tras
su paso por Oviedo y Salamanca. Apasionado de Goya, al que dedicó varias
monografías; también fue comisario de la muestra sobre el pintor de Fuendetodos
que se exhibió en el pabellón de Aragón durante la Expo de Sevilla.
Uno de sus mayores logros es, en
opinión de sus discípulos, el giro que dio a los estudios de Arte en la
Universidad de Zaragoza a comienzos de los años sesenta. Los centró en el arte
contemporáneo, sin olvidarse de reivindicar y prestar atención a las artes
decorativas y las de Extremo Oriente. Fue profesor en la Escuela de Artes y
Oficios y un experto en esmaltes. Entre otras distinciones, recibió la medalla
de oro de la Ciudad de Zaragoza, de la Institución Fernando el Católico de
Zaragoza y el Premio Aragón de las Artes.
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