A LAS PUERTAS DE LA
VILLA
*
La
noche había caído sobre las tropas cristianas entre Concud y Caudete, pero el
deseo de ver a Isabel y la certeza de que ese día se cumplían los cinco años de
su marcha, fue más fuerte que las advertencias de sus Consejeros de Campo: ¡Antes
de las doce de la noche, entrarían en Teruel!
En
la puerta de Daroca, a mitad de la empinada cuesta de la Andaquilla, la
infantería hizo sonar las tubas, su sonido penetrante sirvió de espuela
para que la caballería respondiera con sus camyx celtíberos. Las tropas
de Marcilla llegaban, en una prolongada fila, más allá del puente del Cubo muy cerca ya de Concud. Dio el
intrépido guerrero tres golpes en la puerta de los esconjuros. Dentro, se oyó
la voz grave de Pero Abad: ¡Ah de la guardia!... Subió el jefe de la guarnición
a lo alto de la torre que da paso, en ángulo, a la villa y demandó a los que
estaban fuera: ¡¿Quién va?! La respuesta fue lacónica: ¡Un Marcilla, y paso
franco! Desde lo alto de la muralla vio Pero Abad una serpiente interminable de
soldadesca portando antorchas encendidas. La visión lo dejó aterrado. Cualquier
oposición a Marcilla suponía arrostrar un riesgo incalculable. Aún contando
con la posición ventajosa de la ciudad
amurallada, la relación de fuerzas era inequívocamente favorable a los de
fuera. ¡Paso franco! Volvió a proferir impaciente el Marcilla y las puertas se
le abrieron como por ensalmo. Los instrumentos de viento y de percusión
comenzaron a sonar y las gentes de la villa, abandonando el lecho, salieron a
las calles a ver pasar tan inusual comitiva de guerreros venidos de todas las
provincias del reino y de todas las Órdenes Militares de la Corona de Aragón.
En verdad Marcilla volvía rico y poderoso. Su exhibición de poder dejó
paralizado a Azagra que salió a recibirle y a darle la bienvenida a la villa de
sus padres. Aposentada la tropa, el joven guerrero acudió a la casa de sus
padres para abrazarlos y reconfortarlos por los cinco años de separación. Las
noticias que le trasmitieron, al instante, fueron un mazazo para el intrépido
soldado que volvía rico a Teruel pero, tras las nuevas sobre su amada, nadando en el mar del
desconsuelo.
*
*
*
*
*
*
*
*
*
*