LA FUENTE DE CELLA
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No hay en el orbe que
el espacio llena
Otra que iguale a mí,
soberbia fuente;
El arte abriera mi
fecunda vena
Que, en dura piedra,
señaló mi frente.
En dos ríos, feliz,
pura, serena,
Tiendo apacible mi
gentil corriente;
Y al despedirse,
cuando “adiós” murmura,
Lleva a los pueblos
sin cesar verdura.
Mi origen primitivo
en el escombro
De los siglos caídos
se oscurece;
De alegría y verdor
la tierra alfombro,
Que ventura doquier
al hombre ofrece;
Los tristes pueblos
con dolor asombro
Si largo tiempo sin
llover parece,
Escondiendo mis ríos
aquí dentro
Del hondo abismo en
el profundo centro;
Más luego que la
nieve Dios envía
Otra vez mi raudal,
rico, fecundo,
Despliego con
murmullos de alegría,
Y resucita el prado
moribundo
Tornando su perdida
lozanía,
Los pueblos saco del
dolor profundo.
Admira mi frescura en
el estío,
Y mi calor en el
invierno frío.
En mi mano cristal,
con su grandeza,
Se dibujan los
cielos; y aquí dentro
Sacudo, hirviendo, mi
gentil cabeza,
Que lucha por salir
del hondo centro.
Mi fin nadie le mide:
dónde empieza,
En el profundo
abismo, yo lo encuentro.
Los peces, en mi seno
no han nacido,
Y muy pocas anguilas
he tenido.
Gloria sin fin, loor
al que primero,
Inspirado por Dios,
de piedra dura
Abrió la entraña con
el fuerte acero,
Para hallar mi
escondida sepultura.
En mis corrientes yo
nombrarle quiero,
Desplegando riquezas
y ventura,
Que brotan siempre de
mi boca bella
Soberbia fuente del
humilde Cella.
Joaquín Gracia y
Hernández
Como puede leerse en el poema de Joaquín Gracia, también en el siglo XIX había periodos de sequía y la fuente de Cella se secaba.
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