PATER COMUNITATIS
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Para el 27 habría lifara y los
hermanos estaban todos en sobrepeso. Pater
Orondus tuvo un sueño desagradable y pesado: sudores, espasmos,
convulsiones, contracciones y garrampas destrozaban su mísero cuerpo mientras
que, su mente, viajaba en una espiral sin fin hasta lo más profundo de las
mazmorras infernales. La noche parecía no tener fin al igual que sus
preocupaciones. Los hermanos gacheros se estaban convirtiendo en autenticas bolas
de sebo. Oriundos de gruesolandia vivían sin hacer el más mínimo esfuerzo, ni el
menos ejercicio. Se dejaban caer, día tras día, en el adocenamiento y la
glotonería más pura. Dio media vuelta en el catre de su escueta celda. Los
alambres sueltos y rumientos de su
somier se le hincaban en los corvejones como afiladas agujas de hacer piales.
Se pasó la mano por la frente arrastrando, apenas, un líquido frío y espeso
que provenía de los poros abiertos y por culpa una capilaridad atocinada y sebosa.
¡Señor ilumíname! dijo al oír la campanas tocando la hora Prima. El sol
despuntaba sobre la abadía de Tronocastiel. El gallo cantaba sobre los gallineros
con inusitada bravuconería y él, todo un Pater Comunitatis, todavía no tenía una solución para el gran problema
de su abadía: ¿Cómo controlar la obesidad del los hermanos gacheros?
Incapaz de conciliar el sueño decidió
levantarse y acudir, tras la higiene corporal, a la oración y la
meditación. El Señor me iluminara,
pensó. Postrado a tus plantas, el más humilde de los mortales te suplica, ¡Oh
Señor!, que ilumines mi mente. Mis hermanos carecen de voluntad y sucumben día
tras día, sin remedio en el pecado de la gula. Contra la gula, templanza, pensó
recordando el catecismo del Padre Ripalda, en el que había estudiado de niño. Era muy
fácil decirlo pero, de todo imposible llevarlo a la práctica. Tras la oración
llamó al hermano bibliotecario. Busca, le dijo, entre los pergaminos más
antiguos. Escruta en las obras de los sabios persas y egipcios. Acude a las suras de los mahometanos si es
preciso. Tiene que existir algún tratado que enseñe como debe conducirse
un hombre sabio y prudente en la mesa. Quiero un libro que me ilumine sobre: LA MESA, LA
SALUD Y LA BUENA CRIANZA.
Al cabo de un periodo prudencial
de tiempo el hermano bibliotecario acudió corriendo con un manuscrito de de un
sabio, natural del país. Pater Orondus, dijo atosigado, no ha sido necesario
recurrir a fuentes lejanas. La solución la teníamos en casa. Se trata del sabio
alcañizano Lorién Palmireno. Él
tiene un libro cuyo título coincide totalmente con los deseos del Pater. Limpió Pater Orondus las tapantas herradas de
aquella monumental obra y comenzó a leer. A los pocos minutos supo que ese era
el libro que él y su gacheros necesitaba. Bandiaron las campanas del convento y
convocó a todo vicho viviente a capítulo general. Sentados todos los hermanos gacheros en el
refectorio, ese día no hubo sopa boba. Desde el ambón, el hermano bibliotecario
comenzó a desgranar el contenido del libro ante los ojos absortos de los
incrédulos gacheros.
Día primero dijo Pater Orondus:
hoy hablaremos del agua y sus propiedades. Cómo debe ser tomada. Del agua buena
y del agua mala. Del agua putrefacta y de cómo sanar el agua. Hablaremos también
sobre del vino, pero sólo en su faceta de cura beneficiosa para el hombre. Y
comenzó así:
EL AGUA
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REFRANES DE MESA, SALUD Y BUENA CRIANZA
Cogíalos de muchos autores y conversaciones
LORENZO PALMIRENO
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