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miércoles, 15 de abril de 2015

Abril2015/Miscelánea. EL CURA PÉREZ Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

Un lema desafortunado
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MARXISMO Y CRISTIANISMO
(La liberación de los pueblos oprimidos ha resultado ser una falacia. ¿Por qué no se libera al pueblo de Corea del Norte?)
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Era Semana Santa en Encinacorba. En la televisión echaban una cinta de Juan XXIII (el Papa bueno). La película termina con la Crisis de los Misiles en Cuba y la primera sesión de Concilio Ecuménico Vaticano II. Es el periodo de la llamada Guerra Fría y uno de los momentos cruciales en la historia de la humanidad. Aquí no cabe ir con ambages. Si le Edad Contemporánea se caracteriza  por la lucha desaforada por el poder, en este caso se trataba de la hegemonía mundial. Las dos superpotencias que dominaban el planeta, La URSS de régimen comunista y los EEUU de régimen capitalista, habían almacenado tantos misiles nucleares para un hipotético enfrentamiento que su potencia podría destruir la tierra varias veces. Entre los dos bloques aparece la Iglesia Católica, una institución que ha jugado un papel determinante en el mundo occidental durante siglos.
Tras la muerte de Juan XXIII sube al papado Pablo VI que dará forma y culminará la gran obra del Concilio que abrió su predecesor. Pero, lo más destacable de este Concilio Ecuménico es la formulación de la llamada Teología de la Liberación. Un intento de conectar con el mundo comunista. Se dice que, bajo la batuta del clero francés, nace una doctrina directamente conectada con la III Internacional Comunista y en la que se trataba de liberar a los pueblos oprimidos de la tierra. Tan leve y superficial formulación dará y aún da, muchos problemas en todo el planeta.
Uno de los frutos más granados de este nuevo concepto es el Cura Pérez de Alfamén. Se pasa al campo comunista y sigue una máxima que respalda tanto el comunismo como el cristianismo: LA LIBERACIÓN DE LOS PUEBLOS OPRIMIDOS. El Cura Pérez llega a ser comandante el jefe de la milicia colombiana. Abandona la cruz y la doctrina social de la Iglesia para abrazarse al marxismo e imponer a tiro de fusil una nueva ideología liberadora. Si cuando entró de cura pretendía llevar las almas al cielo, ahora, trata de conseguirles el paraíso en la tierra dentro de un régimen comunista. Hoy sabemos que los pueblos “liberados” por los regímenes comunistas viven peor y carecen del más preciado don de los hombres: la libertad. Todos los regímenes comunistas impiden la salida de los ciudadanos de esas fronteras donde dicen que han construido el paraíso y donde reina la justicia y la libertad.
Tanto la III Internacional como el Concilio Vaticano II fueron más allá de un principio respetados por todos: LA LIBERACIÓN DE LOS PUEBLOS COLONIZADOS. Una vez que un Estado es soberano la lucha por el poder debe ser leal, democrática y ajustada a la ley.
Pero la Teología de la Liberación no sólo creó problemas en América latina, aquí en España, también los creó y de una dimensión cuyas cicatrices están, aún, por cerrar. Particularmente dolorosos para los creyentes fue lo sucedido en la mitad oriental de Aragón, aquella mitad que fue ocupada por las tropas republicanas en la pasada Guerra Civil (36-39). En el verano de 1936 los pueblos fueron ocupados por columnas de anarquistas, socialistas, comunistas y POUM. Además de otros múltiples asesinatos, mataron a los curas y quemaron todo el continente de las iglesias, convirtiendo éstas en almacenes para todo tipo de actividades. La Iglesia española y particularmente la aragonesa sufrió una de las mayores persecuciones desde la época del Imperio Romano. Por esta razón, tras la Guerra Civil  (36-39) el Vaticano apoyó a Franco en cuyas monedas podía leerse: CAUDILLO DE ESPAÑA POR LA GRACIA DE DIOS. Lema que reflejaba el apoyo de la Iglesia a un régimen que le había liberado del comunismo.
Pero, por causa de esta nueva Teología de la Liberación y en el tramo final de la dictadura franquista, fueron apareciendo los “curas obreros”. Unos, más coherentes, abandonaron el sacerdocio y se casaron marchándose a una gran ciudad donde se les perdió la pista. Otros, más tercos, permanecieron entre nosotros dando testimonio cierto de sus nuevas y avanzadas ideas???. La gente no podía entender de ninguna manea que, cuarenta años después de haber quemado la iglesia los marxistas, ¡oh sorpresa!, el cura  del pueblo era, ahora, comunista. Desarrollaba una actividad laboral y desobedecía a su propio obispo. Se encerraba con los obreros en la iglesia, hacía en el templo asambleas y hasta llevaba cantautores comunistas (Labordeta) a cantar sobre altares cuyos retablos habían quemado sus correligionarias hacia tan sólo cuarenta años.
Todo ello causó un gran desconcierto entre los fieles y quebrantó su fe. Murió Franco y vino la democracia. Vinieron otros Papas. Cayó el “Telón de Acero”. Juan Pablo II abolió la Teología de la Liberación. El gran desarrollo de las comunicaciones nos han enseñado que los regímenes  comunistas no son liberadores, todo lo contrario: son opresores del pueblo que dicen defender.
Alfamén es hoy un pueblo laborioso lleno de emigrantes procedentes de países que han sufrido o sufren regímenes dictatoriales. En Alfamén hay muchos rumanos, un país que estuvo bajo la bota del comunismo y quedó en subdesarrollo y con altísimas cotas de corrupción. Marroquíes, una nación vecina que sometida a la teocracia de un rey cuyo poder es casi absoluto y, aún siendo de los países de religión musulmana más avanzados en el orden social, nos impactan sus conductas de sometimiento de la mujer, etc. etc.
Alfamén sí que está haciendo esfuerzos por la liberación (no de pueblos) pero sí, de muchos individuos dándoles cobijo, trabajo  y un lugar donde dignificar su vida.
Desconfiad de aquellos que promueven doctrinas capaces de liberar a la humanidad entera. Confiad en el trabajo sencillo y humilde de la gente, de esa gente que se esfuerza por poner un granito de arena para que todo vaya un poco mejor cada día.
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Esta vivienda se construyó sobre el solar de la casa donde nació el Cura Pérez.
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El dueño nos contó los pormenores de la construcción de esta vivienda, en el mismo solar de la que habían poseído los padres de Manuel Pérez.
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La emigración también golpeó a Alfamén.
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