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sábado, 18 de abril de 2015

Abril2015/Miscelánea. CAÑADA VELLIDA, INTERIOR DE LA IGLESIA DE LA ASUNCIÓN

IGLESIA DE LA ASUNCIÓN
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Cuatro cisnes blancos volaban inmaculados rozando la bóveda de la iglesia parroquial de Cañada vellida. Para entonces, Urbano, ya se había ido a celebrar a Villalba Alta. Era una tarde fresca y primaveral, en la que algunos torrejones se acercaban por el puerto del Esquinazo amenazando lluvia. Los molinos eléctricos fabricaban luz sobre aspas tendidas al viento, como naves medievales ancladas a una planicie verde. Las puertas de los grandes almacenes estaban abiertas, de su interior salían y entraban como a bocanadas, enormes tractores en dirección a la vaguada verde. Verde y azul, precisamente, son los colores con los que han repintado la iglesia renacentista de la Asunción, como el cielo y el trigal hermoso de abril. En la portada pone 1590 y los estucos  acasetonados se van perdiendo conforme pasa el tiempo. Qué trabajos hacen los hombres del campo en estas fechas, pregunto a la mujer que porta las llaves del templo: sulfatiar contesta seca y rápida. Bien es verdad que algunos yermos se están labrando pues, ha llovido mucho, y hay buena sazón en la tierra. Paseamos por el interior de una nave desmantelada en la Guerra Civil (36-39) y por eso mismo parece aún más grande, más desolada. Las imágenes son todas modernas. Conserva una predicadera, una pila bautismal y tiene un coro bajo a los pies. La torre es cuadrada y maciza de tres cuerpos con campanario en el último. Suenan las campanas y el valle, la cañada, se agita en un volar de pájaros y en un esbolastriar de sueños imposibles. Ya nunca será nada como antaño. Un pasado de estudios humanistas apenas recordado. Gira la llave en la recia cerradura y nos vamos para la ermita de San Juan Bautista y para la de San Miguel.
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