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domingo, 23 de octubre de 2016

Octubre2016/Miscelánea. ¿SE SENTÍAN LOS ARAGONESES DE LOS SIGLOS XVI Y XVII ORGULLOSOS DE SUS REYES?

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ORIGEN DE LA OPINIÓN PÚBLICA
"Sin embargo, llega un momento en que cabe preguntarse cómo es posible la supervivencia de un concepto que había encontrado su fundamento y su razón de ser en la crítica del poder real, una vez que las élites burguesas e ilustradas logran sus objetivos tras la Revolución Francesa. Evidentemente, la única forma en la que puede sobrevivir es cambiando su fuente de legitimidad: la «opinión pública necesita traspasar su elemento legitimador desde la razón hasta la cantidad, hasta el número de personas que la suscriben. Es de esta forma como el «pueblo» se convierte en una categoría central del discurso político, y como los conceptos de «opinión pública» y de opinión «popular», «común», que hasta entonces habían estado separados, encuentran ahora su identificación." (BEATRIZ MAÑAS RAMÍREZ LOS ORÍGENES ESTADÍSTICOS DE LAS ENCUESTAS DE OPINIÓN).
JAKOB FUGGER

 Seguramente al emperador Carlos V (Carlos I de Aragón 1516-1556) le importaba poco la opinión de los aragoneses. Eran reyes absolutos y ellos con su familia manejaban a las naciones a su antojo. El pueblo llano carecía de opinión a no ser ésta de total sumisión y alabanza a sus reyes naturales (eso se decía). Pues, para tener opinión, en primer lugar es necesario el acceso a la información y, en segundo lugar, dotar al individuo de suficiente solvencia, mediante una formación adecuada para luego consensuarla con el resto de la sociedad. Para llegar a ser emperador del Sacro Imperio no necesitó consultar al pueblo ni el beneplácito de las encuestas de opinión. Se trataba de ir a casa de Jakob Fugger (Fúcar) a por los 544.000 florines que necesitaba para pagar a Roma. Este banquero de Augsburgo está en el origen del capitalismo en Europa y le siguen, por ejemplo, los Rothschild, Rockefeller… banqueros, judíos que se enriquecieron enormemente y crearon luego, con su conducta, una opinión pública muy desfavorable hacia su pueblo (que no tenía ninguna culpa, de nada). Hitler y el exterminio judío es el fruto granado, el pago con la vida de millones de inocentes.
Para los años en los que se desarrolla la Segunda Guerra Mundial, ya funcionaban las encuestas de opinión y, en Alemania, la opinión pública sobre los judíos era muy mala. Como siempre, los banqueros se salvaron y el pueblo judío pagó con creces unas culpas de las que carecía en absoluto.