ALIAGA Y LA MEDIDA DE LA DESPOBLACIÓN
TUROLENSE
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Aliaga, además de su caserío contaba,
según el MADOZ, con 80 masadas o casas de campo. Mi amigo JJ Marqués contó un
día hasta 44 de ellas. Es un tipo de poblamiento propio de las áreas del sur de
Aragón. Pero Aliaga ha sufrido, más que disfrutado, de una historia con
episodios terribles. Tres guerras civiles en el siglo XIX y otra más en el
siglo XX. Aliaga vio como se desmoronaba su castillo, como se quemaba su
iglesia por dos veces, como se levantaba y cerraba la términa en unas pocas
décadas y como, finalmente, se agotaba la minería. Tiene una naturaleza
atormentada que seguramente por sus formas geológicas, tan sorprendentes,
sirven ya de estímulo a algún tipo de actividad científica y cultural. Fue
cabeza de Partido de forma intermitente y hasta tuvo Registro de la Propiedad. Hubo,
también, figuras notables en nuestra historia reciente como los Feced… y, habrá
que advertir, que tiene un futuro realmente incierto. Tan importante población
en el pasado con más de 1.200 habitantes, actualmente en el censo de 2014
alcanza los 358 habitantes de derecho. Pero ya sabemos, que de hecho hay muchos
menos. Debe reforzar su economía con los pueblos de la Val, también escuetos y
en declive.
Por ello, tomarle el pulso a Aliaga (uno de los polos del frío provinciales),
es tomárselo a toda la provincia y, en sus latidos, advertiremos la huella que
va dejando el discurrir del tiempo y la inacción política.
“La forman 181 CASAS en general bajas
y de mala construcción, distribuidas en varias calles angostas y sin ninguna
alineación, y dos plazas de las cuales la una que se encuentra en el centro de
la población, está empedrada, y circunvalada de porches sostenidos por sólidos
pilares de piedra; su figura es de anfiteatro: la otra es más capaz, aunque de
mala figura y sin empedrar, y tiene en su centro un pilón de mucho mérito. Hay
algunos edificios que no deben confundirse con la descripción hecha
anteriormente, tales como la casa municipal y las de algunos particulares, que
se han procurado las correspondientes comodidades para la vida, hermoseándolas
con crecidas puertas contiguas, deliciosos jardines, y arbolados de excelentes
frutales; sin embargo ninguna de ellas merece llamar la atención ni por su
fábrica ni por otro motivo particular. Tiene una escuela de instrucción
primaria elemental, y otra de niñas pagadas ambas por los fondos de propios, un
hospital para pobres enfermos del pueblo y transeúntes, sin rentas para cubrir
el objeto de su institución, y en el día hasta sin dependientes que procuren su
conservación, ni enfermeros que asistan en sus dolencias a los desgraciados que
a él se acogen, porque incendiado por las tropas del rey Carlos en el año 1840
con otros muchos edificios, no ha podido repararse por falta de recursos. Tiene
también una cárcel para los presos del Partido Judicial pero es incómoda y
perjudicial para la salud de los detenidos y poco segura para custodiar a los
delincuentes: dos posadas públicas, dos carnicerías con su matadero, y dos
juegos de pelota. Antes se hallaba dentro de la población una magnífica iglesia parroquial que reducida
a cenizas en el incendio que se ha dicho, conserva sólo lo que en lo que
entonces servía de sacristía un oratorio bajo la advocación de San Juan, y en
él se celebra la misa en los días de invierno y demás en que no se puede ir a
la ermita, constituida hoy en parroquia, por su mucha distancia. Esta está
extramuros de la villa y se titula de Nuestra Señora de la Zarza, siendo muy
venerada por los naturales y por todos los pueblos del entorno que en varias
épocas del año concurren en varias romerías. La sirve un párroco, un regente
beneficiado amovible y tres beneficiados perpetuos, nombrados por el Consejo de
las Órdenes, mediante presentación del Comendador mayor de la de San Juan, a
cuyos caballeros pertenecía el señorío de la villa. La plaza del expresado
regente tuvo su origen en que el Ayuntamiento de este pueblo convencido de la
imposibilidad en que se encontraba su cura párroco de administrar a la vez los
santos Sacramentos en la población y las 80 casas de campo que hay distantes
muchas de ellas tres horas, y siete unas de otras, le obligó a solicitar de
S.M. el año de 1826 el nombramiento de un regente que le fue concedido el 22 de
junio de dicho año; el que en su virtud fue nombrado, asistió al cura hasta el
año 1831…”