"Un presbítero de buena edad y costumbres, ya ventiscada la cabeza con algunas flores del seso, que en la poca meditación pasarían por canas, festivo de semblante, agradable de miraduras y detenido de movimientos; su hábito talar, acomodado, limpio y religioso"
***
Francisco Piquer
y Rudilla
Biografía
Piquer y
Rudilla, Francisco. Valbona (Teruel), 5.X.1666 baut. – Madrid, 13.IX.1739.
Fundador del Monte de Piedad de Madrid en 1702 y precursor de las Cajas de
Ahorros españolas.
Las primeras
investigaciones relativas a la biografía de Francisco Piquer fueron iniciadas
por Braulio Antón Ramírez, a la sazón director del Monte de Piedad y Caja de
Ahorros de Madrid. Obtenidas a partir de 1871, se dieron a la luz en varias de
sus publicaciones.
En conjunto, son
muy escasos los datos que se tienen de la vida del fundador antes de 1700,
fecha en que debió de llegar a Madrid. Se conocen exactamente su lugar y fecha
de bautismo y otros datos familiares, merced al certificado de la partida de
bautismo, dado en Valbona a 4 de octubre de 1872, por el cura párroco Juan
Navarro —a requerimiento de D. Braulio Antón Ramírez, en carta de 22 de
noviembre de 1871—, donde se dice: “A cinco de octubre de mil seiscientos
sesenta y seis yo el licenciado Antonio de Funes, vicario, bauticé a Francisco
Plácido Piquer, hijo de Jusepe Piquer y de Ursola Rodilla, cónyuges vecinos de
esta villa de Valbona; fue padrino Juan Piquer, su tío”.
En Valbona,
patria chica de Piquer, destruido el archivo parroquial, se conserva la casa
donde nació y vivió Piquer, según testimonio directo de los que la habitan en
la actualidad, opinión unánimemente aceptada por el resto de los vecinos. Un
estudio de los libros de registro de nacimientos, defunciones y matrimonios,
que comienzan a partir de 1876, para localizar los posibles parientes del
fundador, constata la pérdida del apellido Piquer. En cuanto a las dos
variantes del segundo apellido, Rodilla y Rudilla, a los habitantes de Valbona
les es más familiar la segunda.
En el mismo
sentido, Gascón dice Rudilla y Gómez Uriel cita Rudiella y Rudilla, pero ningún
Rodilla.
Tres testamentos
de Francisco Piquer, guardados en el Archivo de Protocolos de Madrid han permitido
conocer los nombres de diversos familiares y allegados.
En el Archivo de
Protocolos de Mora de Rubielos se encuentra una escritura de tutela otorgada
por los padres de Piquer el 17 de enero de 1673 en que se atestigua la
presencia de éste en su pueblo natal y, ante el mismo notario, Juan Cortel, se
solicitó una certificación de la partida de bautismo para Francisco otorgada el
13 de marzo de 1694.
Francisco Piquer
debió de ingresar en el Convento de las Descalzas de Madrid hacia 1693,
ocupando una plaza de capellán de la cuerda de contralto. En 1715 solicitó y
obtuvo el mismo oficio en la Capilla Real. La plaza vacante de contralto de la
Capilla Real no era incompatible, según otros ejemplos aducidos por él, y lo
justificaba para ayudar con los nuevos ingresos a la tarea del Monte de Piedad.
Fue nombrado para tal plaza el 30 de abril de 1715 e inmediatamente solicitaba
una ayuda de corte de 100 ducados.
Por informe
favorable del patriarca se le exoneraba desde el 24 de octubre de 1716 de la
asistencia a la Capilla Real los días ordinarios por las especiales
circunstancias que concurrían con la administración del Monte de Piedad.
A partir de su
ingreso como capellán cantor en las Descalzas Reales debió de iniciar Piquer la
puesta en práctica de su proyecto de Monte de Piedad. A la carencia de datos
biográficos anteriores a la fecha citada, hay que añadir que los siguientes
sólo están en íntima relación con las vicisitudes del Monte. Esto prueba hasta
qué punto Piquer se identificó con su obra.
Los rasgos
físicos de Francisco Piquer han quedado reflejados en la iconografía que de él
conserva la Institución, y en el testimonio directo y personal de un notable
escritor coetáneo, Diego de Torres Villarroel, que hacia 1724 vio en Piquer “un
presbítero de buena edad y costumbres, ya ventiscada la cabeza con algunas
flores del seso, que en la poca meditación pasarían por canas, festivo de
semblante, agradable de miraduras y detenido de movimientos; su hábito talar,
acomodado, limpio y religioso”.
En definitiva, y
tras un examen minucioso de la conducta de Piquer en las vicisitudes del Monte,
se puede afirmar que en el turolense anidaba un espíritu decididamente combativo,
inquieto y de voluntad firme e incansable que aunó todas las energías en aras
de realizar su fundación que “continuamente ideaba como solo blanco de todos
sus pensamientos para la gloria de Dios” (Villacampa). Su casi obsesión por las
ánimas del purgatorio y el socorro de los vivos no le hizo perder en ningún
momento el equilibrio de ánimo, así, Villacampa decía que Piquer no era nada
milagrero, sino un eclesiástico de vida regular, aunque naturalmente propenso a
hacer todo el bien que podía.
Entre 1702 y
1706 tuvo dos enfermedades. Una erisipela estuvo a punto de provocarle la
gangrena de una pierna. En el transcurso de esta enfermedad no hacía más que
discurrir en busca de medios para fortalecer su proyecto. Entonces fue,
precisamente, cuando se le ocurrió la idea de la distribución de las cajitas de
ánimas por los domicilios particulares. La otra enfermedad que padeció fue una
ronquera por espacio de seis meses, que provocó se le recriminara por algunos
capellanes de las Descalzas el exceso de trabajo que sufría por una obra ajena
a su ministerio.
Hasta su muerte,
Francisco Piquer se consagró en cuerpo y alma al Monte de Piedad. De él pudo
decir Villacampa: “Y toda la tarea de su imaginación era discurrir sobre el
adelantamiento de su empresa, y esto siempre lo ha conservado pues jamás ha
pensado en otra cosa ni ha gustado de tener otra conversación aun hoy día, en
que se puede decir que está perfeccionada esta obra del Altísimo”.
Francisco Piquer
fue hasta el final diputado primero y administrador general del Monte de
Piedad.
Fue nombrado con
efectos jurídicos como tal en la escritura de cesión del Monte al Patronato
Real, de 12 de febrero de 1713, y en virtud de las facultades que le habían
sido conferidas, el comisionado real le nombró —dice la disposición— agente,
depositario y administrador general de los caudales de la Fundación, “con
libre, franca y general administración, para que continuase en ella, en nombre
de S.M., como hasta entonces lo había hecho por sí mismo”. Fue refrendado el nombramiento
en la cédula de 8 de febrero de 1724, y aprobado en la Junta General de 15 de
febrero de 1724. En la citada cédula se prevenía como sucesor a su sobrino
Miguel Piquer, que era nombrado diputado segundo.
La serie de los
administradores muestra la impronta y la aureola dejada por el fundador. La
autoridad de aquéllos fue debilitándose progresivamente a partir de la muerte
del sacerdote turolense.
En la Junta
Particular Extraordinaria de 29 de diciembre de 1728, Piquer representó que por
su falta de salud solicitaba que se despachara título de futuro diputado
segundo a Pedro Piquer, ya que el actual diputado segundo hacía de
administrador general. Por esta época la autoridad de Francisco Piquer, un poco
debilitada, bien por su enfermedad o por ciertas rarezas de su edad, tuvo que
ser fortalecida en la Junta Particular de 17 de septiembre de 1729. A mayor
abundamiento, la cédula de Felipe V expedida en Sevilla el 11 de abril de 1731,
fortalecía de nuevo la autoridad de Piquer y de sus sucesores, elevándole a
miembro de la Junta General con derecho a voto y concediéndole un aumento de
sueldo anual de 300 ducados hasta su sucesor Miguel Piquer inclusive: “Que en
conformidad de la facultad concedida al Sr. D. Francisco Piquer, como
administrador general absoluto de esta Real Fundación por real cédula del Sr.
Luis Primero de 8 de febrero de 1724, obedecida y mandada observar por la Junta
General, y últimamente por la que se celebró en 4 de enero de 1728, obedezcan
todos los Sres. ministros de la Junta Particular y dependientes del Monte las
órdenes de dicho Sr. administrador general.
Y que para que
no se contravenga a ellas pueda mandar dicho [...] se esté en su cuarto, pena
de diez ducados a cualquiera que no obedeciere sus órdenes ínterin que da
cuenta al Sr. protector”.
A Pedro Piquer
se le nombraba también sucesor de Miguel Piquer. Es indudable que el Memorial
de Piquer al Rey, que dio lugar a la cédula de 1731, contenía el decidido
propósito de hacer que su dinastía gobernara el Monte el máximo tiempo posible,
quizá por miedo a que su idea se desvirtuara con el paso del tiempo.
Según Braulio
Antón Ramírez, Francisco Piquer hizo a lo largo de su vida seis disposiciones
testamentarias.
De ellas, tres
fueron testamentos propiamente dichos, todos otorgados en Madrid. El primero,
el 18 de octubre de 1709, ante el notario Pedro Capellán Campos, el segundo, el
13 de septiembre de 1729, ante Juan Arroyo de Arellano, y el último, el 26 de
junio de 1734, ante el mismo escribano. De los mismos se extrae, entre otros
extremos, las preferencias de Piquer para su futuro enterramiento: el Hospital
de la Misericordia o la Capilla de las Descalzas, la capilla del Monte o el
claustro de las Descalzas y el claustro de las Descalzas, respectivamente.
En 1738
Francisco Piquer se dirigió a la autoridad de la Capilla Real solicitando que,
en contra de lo recientemente dispuesto de que los capellanes jubilados
asistieran a dicha capilla, a él se le mantuviera la dispensa de que ya gozaba
desde 1715 por tener setenta y dos años de edad, con los achaques que eran
notorios y que le impedían asistir a ella la mayor parte del año. Con fecha 28
de julio del citado año se comunicaba al puntador de la Capilla Real el
mantenimiento de la situación favorable al fundador del Monte.
Al año
siguiente, 1739, moría Francisco Piquer el día 13 de septiembre. Desde su
nombramiento como capellán de las Descalzas, hasta su muerte, había vivido en
el Hospital de la Misericordia, anexo a aquel Convento del Patronato Real.
Parroquiano de la iglesia de San Martín, fue enterrado en el Monasterio de las
Descalzas Reales, donde estuvieron sus restos hasta 1862. El 31 de julio de ese
año fueron trasladados provisionalmente al viejo edificio del Monte, y el mismo
día de 1875, al nuevo edificio de la plazuela de San Martín. En la actualidad,
yacen en la capilla de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad situada en la calle
de San Martín de Madrid.
La muerte de
Francisco Piquer causó gran impacto en el Monte. En la Junta Particular del 13
de septiembre de 1740, un año después de su muerte, se acordó destinar un día
para sufragio del alma del fundador de la capilla del Monte, con vigilia, misa
mayor y todas las misas que pudieran celebrarse hasta las doce. Este gasto se
pagaría de los fondos destinados a salarios.
La ejecutoria de
Piquer y la expresión de su obra, el Monte de Piedad, queda patente en los
siguientes datos numéricos correspondientes al año 1739: capital propio:
1.415.925 reales de vellón; capital depositado en el Monte por particulares sin
interés: 880.652 rs.vn.; capital total: 2.296.578 rs.vn.; volumen de los
préstamos realizados: 1.437.438 rs.vn.; número de préstamos: 6.599; desempeños
de alhajas: 1.339.255 rs.vn.; ventas en la sala de almonedas: 127.628 rs.vn.;
limosnas recibidas por los préstamos otorgados: 20.029 rs.vn.; limosnas
recogidas en las “cajitas de ánimas”: 11.870 rs.vn.; gastos de la capilla
(misas y salves): 21.641 rs.vn.; gastos del novenario anual: 15.611 rs.vn.;
número de misas celebradas hasta 1738: 242.907.
En suma, el
Monte de Piedad madrileño es el primer ensayo práctico de institución benéfica
de préstamo prendario de corte moderno y en medio urbano que se instaura en
España. Destinó su fundación al socorro de los necesitados de los que tan sólo
recibía de los préstamos una pequeña limosna, limosna que dedicaba a misas en
sufragio por las ánimas del Purgatorio. El tesón de Piquer consiguió numerosos
medios de financiación para su obra procedentes de la Corona: limosnas
procedentes de América, legados particulares, la sede y 70.000 reales de vellón
anuales para el pago de los empleados así como fondos que depositaban los
particulares para su inversión en los préstamos que efectuaba el Monte. En 1838
se hizo posible la fundación de la primera Caja de Ahorros española —la de
Madrid— ya que invertía en el Monte las sumas de los impositores. El binomio
Monte-Caja sirvió de modelo doctrinal y operativo fielmente seguido por todas
las Cajas de Ahorros que se fundaron con posterioridad. Es, por consiguiente,
Francisco Piquer el precursor de las Cajas de Ahorros en España.
Fuentes y bibl.:
Archivo de Protocolos de Madrid; Archivo de Mora de Rubielos (Teruel),
Escritura de tutela otorgada por los padres de Piquer en 17 de enero de 1673.
Santo y Real
Monte de Piedad. Historia de su fundación, de sus Mercedes, y privilegios
Reales, de sus Gracias Apostólicas, Indulgencias, etc. Que sale a la luz la
orden de su Protector el Ilmo. Sor. Dn. Pascual de Villacampa y Puey, 1725
(reprod. en J. López Yepes, Historia de los Montes de Piedad en España. El
Monte de Piedad de Madrid en el siglo XVIII, vol. II, Madrid, Confederación
Española de Cajas de Ahorros, 1971, pág. 36); B. Antón Ramírez, Montes de
Piedad y Cajas de Ahorro. Reseña histórica y crítica de su origen, propagación,
progresos y actual estado en España y en el extranjero, conveniencia de
generalizarlos en España y medios de conseguirlo, Madrid, Caja de Ahoros y
Monte de Piedad, 1876; M. Sánchez Muñoz Chlusowicz, Apuntes críticos y
biográficos de hombres célebres de la provincia de Teruel, Teruel, 1881; M.
Gómez Uriel, Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa
[...], 1884-1886; G. Enciso Villanueva, Aragoneses ilustres, Teruel, Imprenta
de la Casa de Beneficencia, 1890; B. Antón Ramírez, Biografías de D. Francisco
Piquer, fundador del Monte de Piedad de Madrid, y de D. Joaquín Vizcaino,
marqués viudo de Pontejos, que fundó la Caja de Ahorros, Madrid, Caja de
Ahorros y Monte de Piedad, 1892; D. Gascón y Guimbao, Relación de escritores de
la provincia de Teruel, Zaragoza, Est. de Mariano Escar, tipógrafo, 1908, pág.
164; R. del Arco Garay, El genio de la Raza. Figuras aragonesas, Zaragoza,
1923-1926, 2 vols.; V. de Pereda, Libro de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad
de Madrid, Madrid, Publicaciones de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1946;
M. Burruel Rodrigo, Libros y escritores turolenses, Teruel, 1949, págs.
155-185; J. Caruana Gómez de Barreda, Índice de los pergaminos y documentos
insertos en ellos existentes en el Archivo de la Ciudad de Teruel, Madrid,
Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, 1950; J. López
Yepes, Francisco Piquer, un reformador social (1666- 1739), Teruel, Instituto
de Estudios Turolenses, 1989; J. López Yepes y M. Titos Martínez, Historia de
la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid (1702-2002), Madrid, Caja de
Ahorros de Madrid, 2002.