En la iglesia de San Salvador de la
Merced, de nuestra ciudad y procedente de la de San Miguel, se conserva un
valioso retablo de San Jorge luchando en la batalla de Alcoraz. La pintura está
hecha al óleo sobre tabla por el pintor Jerónimo Martínez y documentada entre
1524 y 1525. Es tradición en nuestra ciudad que el rey Jaime I en el año 1225
fundó la “Real y Militar Compañía de Caballeros de Teruel”. Primera de San Jorge
en la Corona de Aragón.
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En el retablo hay un cuadro en el que se representa el entierro de San Jorge. En él se diferencian dos partes. Por un lado, el cuerpo cubierto con un sudario blanco y, en su pecho, la cruz que es símbolo del santo. Por el otro, el alma de San Jorge en forma de niño, es elevada al cielo por un ángel. Esta representación no es casual y responde a los fundamentos de la religión cristiana que a continuación señalamos. San Jorge es enterrado en una sepultura pero, hay que señalar, que la mayor parte de las culturas suelen incinerar a sus muertos. Los romanos también lo hacían y cambian su conducta con la conversión al cristianismo (Constantino). Esta representación pictórica trata de ser fiel a la doctrina cristiana que plantea la Resurección de lo Muertos el día del Juicio Final. La incineración destruye la naturaleza de la materia (la cremación es una reacción química) e imposibilita la resurrección del cuerpo al final de los tiempos. Pero, hay una parte del cuerpo humano que no muere, se trata del alma.
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El Cristianismo comienza su camino separado del judaísmo tras la lapidación de San Esteban. En dicha lapidación estuvo San Pablo, todavía en el lado de los judíos. Pablo es un hombre culto, que conoce la filosofía griega y particularmente a Aristóteles. La filosofía aristotélica señala la dualidad del ser humano, cuerpo y espíritu. San Pablo, pues, incorpora elementos que van a se sustanciales para el desarrollo del cristianismo.
Visto por los primeros apóstoles, el hecho de que las nuevas conversiones en el seno de la religión judía eran escasas, San Pablo, plantea predicar a los "gentiles", es decir, a todos los que no eran judíos. También, San Pablo, de acuerdo con la filosofía de aristóteles plantea dotar al hombre de cuarpo mortal y alma inmaterial.
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El cristianismo, a la espera del Juicio Final, entierra a sus muertos y no los quema. El cuerpo es, además, un recipiente valioso y por eso no permite su manipulación. Ni aborto, ni eutanasia, ni suicidio... Algunos cristianos, como los Testigos de Jehová, no consienten ni la transfusión de sangre.
Los apóstoles, pero sobre todo, los Padres de la Iglesia cuyo papel no ha sido siempre bien ponderado, "armaron" una doctrina que ha pervivido durante más de 2.000 años y, sigue vigente. Bien pudiera ser la potencia de esta doctrina, la causa de la "inquina" con la que, a la Iglesia, la ha perseguido el marxismo; una doctrina que no llega a los 200 años de existencia y ya está en plena decadencia.
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