LA ENORME CRISIS DEL COVID-19
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Se suele decir que la mentira tiene
las patas cortas pues, con gran facilidad, se la alcanza. En España,
básicamente, los dos partidos mayoritarios (PSOE y PP) se han montado en la dialéctica
de la fuga, de seguir hacia delante, de escapar del presente, de obviar la
realidad, de no querer ver lo que pasaba en su entorno. Esperaban que con este
huir de la realidad y de no tomar decisiones traumáticas les permitiría seguir
tirando y seguir, tan ricamente, turnándose en el poder.
Pero, ha llegado el Covid-19 y ha
dejado en evidencia las carencias de nuestra sociedad. Como teníamos las “patas
cortas” nos ha pillado la clamorosa verdad. Para empezar, un Gobierno
incompetente, cuyo presidente copió su tesis doctoral y una pléyade numerosísima (jamás vista) de ministros que apenas cabe en la mesa del Consejo de Ministros (nunca tantos hicieron tan poco).
Son el resultado de un sistema educativo que hace aguas por todos los lados. Dice
un adagio que los tres puntos esenciales de todo Gobierno deben ser: primero, educación;
segundo, educación y, tercero, educación. Bien, pues en España se ignoraron
sistemáticamente los Informe Pisa y se continuó como si nada hubiera pasado.
Los debates sobre educación se centraban y centran en temas marginales e ideológicos
básicamente sobre dos “marías”: religión y educación para la ciudadanía.
Mientras, salen del aula montañas de niños analfabetos funcionales. Carne de
cañón dispuesta a votar a los que les daban el título sin trabajar. Sabedores
del desastre educativo en que está inmersa España, la mayor parte de los altos
y medios cuadros dirigentes del PSOE, llevaban y llevan a sus hijos a la
educación privada mientras desde la tribuna política, hipócritamente, anatemizan
esa educación que quieren para sus hijos. Se ha mantenido el paripé de la
escuela rural con hasta “tres” alumnos por meras cuestiones de imagen y de
propaganda política pero que en nada benefician a esos alumnos que dormitan
sobre una ficha o juegan con el/la tablet de Internet porque no tienen alumnos
para jugar un partido de futbol.
Si incumplimos, flagrantemente, los
tres puntos básicos de del hipotético programa político que hemos señalado
arriba, que decir del resto de actividades humanas de nuestra sociedad. Pues,
que corren peor suerte que la educación.
Sobre la higiene y sanidad podemos
decir otro tanto de lo mismo. La propaganda ha sido clamorosa y no había
tertuliano que no repitiera y ponderara que teníamos: “LA MEJOR SANIDAD DEL
MUNDO”. Una afirmación que lleva en sí, un dardo envenenado. Si la educación es
claramente deficiente, cómo luego, los profesionales son los mejores. Si los políticos
son manifiestamente mejorables, cómo van a gestionar con la mejor eficiencia
del mundo nuestro Sistema Sanitario. Un sistema es un conjunto de elementos
articulados y un sistema sanitario lo es igualmente. Pero, además, nuestro
sistema sanitario está fragmentado en diecisiete comunidades autónomas. Esto ha
ocasionado que con ocasión del covid-19
y el Estado de Alarma el ministerio del ramo se viera desbordado ya que, al no
tener competencia alguna en sanidad, no sabía ni a quién comprar una simple mascarilla (desastre total).
El resultado es que, porcentualmente,
somos el país del mundo que más muertos tiene por el covid-19.
Se pueden sacar consecuencias de
tanta desgracia… ¡SÍ! Se van a sacar… ¡LO DUDO! Y no se sacarán por la sencilla razón que ningún partido trabaja ni
piensa en el bien de la NACIÓN, de los ciudadanos, y sí, en el del propio
partido con el fin de ocupar SILLÓN.
Educación y Sanidad, deben volver a
las competencias del Estado Central. Recentralizar estos dos ministerios es
fundamental. Pero, para que eso suceda y no nos pille otro covid-19, debemos
tener un Gobierno fuerte, firme y sin complejos, que quiera hacer las cosas
bien. Un Gobierno con altura de miras que sepa recomponer las partes esenciales
del Estado y sepa restaurar la más que maltrecha economía. Restar la
dependencia de China creando una industria nacional propia y flexibilizando el mercado
laboral para dar oxígenos a las empresas. A su vez es fundamental reducir la
enorme “masa de políticos”, empezando por el Congreso y el Senado y siguiendo
por las comunidades autónomas, diputaciones, comarcas, hasta llegar a los ayuntamientos.
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