Este año por culpa de la pandemia, abril, como premonición poética, florece frente a todas las ventanas del emisferio norte. Volverán
otros abriles, otros arco iris con sus campos verdes, floridos, y otras
primaveras dulces y frescas. Mientras, quedémonos con la poesía y con el deseo
ferviente de superar un encierro forzoso e hiriente. Una adormición que,
justamente, hemos de cumplir para que nuestros ojos puedan volver a ver
florecer los jazmines y, acaso, marchitarse la rosa de Alberto Cortez:
Te llegará una rosa cada día
que medie entre los dos una distancia,
y será tu silente compañía
cuando a solas te duela la nostalgia.
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Encinacorba, abril 2019
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