No se puede entender a nuestra tierra y a nuestra gente sin conocer la figura del “tonto el pueblo”. Objeto de bromas y risas unas veces, pero, de admiración en otras. Siempre, de cariño, porque solían ser gente bondadosa y tierna. Era, lo que hoy diríamos de forma pedante un ser transversal. Era admitido en todos los sitios, en todas las casas, en todas las tertulias, porque se pensaba (y era cierto) que no tenía malicia. Tenía mucha información y era observador. Se ha dicho que en nuestros pueblos “hasta el más tonto hace relojes”. Un tertuliano apuntaba ayer en la tv lo siguiente: “que tiempos aquellos en los que en cada pueblo solamente había un tonto”. En muchos casos el “tonto el pueblo” era una persona singular y extraordinaria que, debido a las condiciones de vida tan autárquicas en todos los sentidos, no podía dar rienda a sus capacidades. Bueno, el caso es que solamente conozco un caso en que dos pueblos tuvieran solamente un “tonto”. Es el caso de Villel y Libros que compartían a una misma persona. Pero era una persona extraordinaria conocida como EL TIO DIOS. Aquí tenéis su historia recogida en ambos lugares a la vez.
***
**
*