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domingo, 29 de enero de 2017

Enero2017/Miscelánea. LÁGRIMAS MUDÉJARES.

LÁGRIMAS MUDÉJARES
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De lágrima fácil. Ya se lo decía Diego desde que eran unos críos y jugaban en la placeta de San Miguel. Isabel, por cualquier cosa te “impresionas”. Cuando fueron mayores él, un día le dijo, temen los débiles, los pusilánimes. Volveré rico y poderoso. Por nada debes de preocuparte.
 Aquel año lo había conseguido. Iba a representar la figura de la mítica Isabel  en las Bodas y eso, para ella, era a lo máximo que podía aspirar en esta vida. El día que le dieron el papel estuvo llorando toda la tarde. No había consuelo posible. Sus amigas se burlaron un poco… si sigues así, será imposible que interpretes tu papel con dignidad, le dijeron. Pero aquella primera explosión de llanto no fue liberadora, por el contrario, fue preludio de otros síntomas con los que se levantaba cada mañana. Una opresión asfixiante y angustiosa en el pecho  comenzó a invadirla y a atormentarla.  Fueron al médico y este no pudo dar explicación cierta de los achaques. Reposo e infusiones. Conocía el texto que iba a interpretar con tanta precisión que llegó a pensar que  no era un relato de ficción… era el relato de su vida. Pasaban los días y no había mejora. En sus arrebatos de llanto sus lágrimas llegaron a tener un color sonrosado y sus padres, ahora, llegaron a preocuparse de verdad. Lágrimas mudéjares, decían sus amigas. Es amor de verdad lo que siente. Pensaron en llamar a Diego, su novio, que estaba haciendo un Máster en EEUU.   Pero no, se dijeron, seguro que en unos días se repone. Isabel, sin embargo, no se reponía. Cada día su angustia, su zozobra, su estado emocional trasmitía más preocupación a su entorno. Llamaron a Diego. Es preciso que vengas, Isabel no encuentra consuelo. Sus lágrimas ya son sangre.
Llegó Diego a Teruel el mismo día en que enterraban al de la leyenda y, sin siquiera poder dejar el equipaje, se situó con el público en la plaza de la Catedral a ver el final del drama. La vio parar y por su estado de ánimo no se atrevió a decirle nada. Pensó que aquel rostro desencajado respondía a la necesaria acción dramática. Pero, algo… una intuición… un presentimiento… una idea loca le decía que algo trascendental iba a suceder aquella mañana en Teruel. Y por fin… tras minutos angustiosos, vio Diego como Isabel daba el último beso a su amado. Sintió repentinamente celos por no ser él el que yacía en el catafalco. Pero luego se asustó.  Comenzaron a temblarle las piernas. Isabel no se retiraba… ¡No era posible! Y un estruendoso grito sonó entre las paredes que rodean la recoleta plaza: ¡NOOOOOOOOOO!
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