ESCAPARATES DE LA
RURAL
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Arturo García Enguita describe su
obra con el sugerente título de “Bosque invernal”. La fundamentación teórica la
realiza sobre Goethe y evidentemente sobre el romanticismo. A tenor de estos
principios revolucionarios, la nueva sociedad debe nacer ex-novo sobre los restos
de todo lo anterior. Como el Ave Fénix, el mundo vuelve a resurgir de sus
cenizas. De la misma manera y desde la misma naturaleza: el chopo seco, las
ramas descarnadas, la luz emergente y cegadora, la nieve que congela el paisaje
y lo deja yerto, son la base de partida para un nuevo año. Nuevo y renovado en
todos sus términos. Por eso el romanticismo tuvo éxito, porque gusta de las ruinas y el herrumbre, quema el pasado
y crea nueva vida. Es una ideológica muy afín al adolescente dispuesto a hacer
tabla rasa de un pasado próximo que le atormenta. El hombre maduro, que se
acostumbra a asumir sus errores y construye sobre ellos su compleja psicología,
deja el romanticismo de lado y se hace conservador. El romanticismo, como la
revolución, dura poco tiempo. Justo lo que le cuesta al hombre el aburguesarse
y acomodarse a los nuevos tiempos. Esto lo sabía bien Juan Romero Alpuente (Valdecuenca).
Pero... eso ya es otra historia. Bien traído el tema, este año, en el que algunos jóvenes
se dejan seducir por imaginarias revoluciones que no son capaces de asumir ni soportar.
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El potasio y el nitrógeno serán minerales imprescindibles en la primavera.
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Y de fósforo tendrán, también, cubiertos los pies.
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