CUENTOS DE NAVIDAD
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Tal vez Dios (en su infinita bondad) debería darnos una segunda oportunidad a los hombres enviándonos, en esta ocasión, una Hija.
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Tal vez Dios (en su infinita bondad) debería darnos una segunda oportunidad a los hombres enviándonos, en esta ocasión, una Hija.
Pudo haber nacido en El Muletón,
en Paracuellos, bajo un azarollo o en la mismísima estación minera de Los Baños. Si era
todopoderosa pudo hacerlo. No fue así, fruto de una suerte de casualidades y
malentendidos.
Aquella noche del 22 de diciembre cayeron mediaslunas plateadas sobre Corbalán y sobre la casa Grande. Vicente, el Alcalde, junto a Clemente, Hipólito y demás vecinos salieron pasada la medianoche con grandes cestos de bimbre a recoger las mediaslunas plateadas. Tornaron de madrugada con los cestos llenos y las depositaron en la plaza del pueblo. Tras almorzar, estando todavía en vela desde el día anterior y guiados por un impulso irracional, fueron a buscar la sabina más grande del término municipal. La clavaron en la plaza y colgaron en sus ramas aquellas mediaslunas plateadas, resplandecientes, que como un maná habían caído inopinadamente en su término municipal. Su luz atrajo la atención de media provincia, los aviones que aterrizaban en Caudé y los trenes que recorrían el Jiloca, quedaban cegados por su resplandor. Los vehículos que circulaban por la carretera de Cantavieja entraban en el lugar para luego, quedarse atónitos y alucinados, a la vista del magnífico árbol adornado con ayuda de los selenitas hasta aquí posados en tan fría como invernal noche. No lo hay igual en todo el país, comentaban en el pueblo. Sin lugar este es un sitio singular, señalaban a menudo los visitantes, para luego, tras hacerse una foto, retomar el viaje.
Aquella noche del 22 de diciembre cayeron mediaslunas plateadas sobre Corbalán y sobre la casa Grande. Vicente, el Alcalde, junto a Clemente, Hipólito y demás vecinos salieron pasada la medianoche con grandes cestos de bimbre a recoger las mediaslunas plateadas. Tornaron de madrugada con los cestos llenos y las depositaron en la plaza del pueblo. Tras almorzar, estando todavía en vela desde el día anterior y guiados por un impulso irracional, fueron a buscar la sabina más grande del término municipal. La clavaron en la plaza y colgaron en sus ramas aquellas mediaslunas plateadas, resplandecientes, que como un maná habían caído inopinadamente en su término municipal. Su luz atrajo la atención de media provincia, los aviones que aterrizaban en Caudé y los trenes que recorrían el Jiloca, quedaban cegados por su resplandor. Los vehículos que circulaban por la carretera de Cantavieja entraban en el lugar para luego, quedarse atónitos y alucinados, a la vista del magnífico árbol adornado con ayuda de los selenitas hasta aquí posados en tan fría como invernal noche. No lo hay igual en todo el país, comentaban en el pueblo. Sin lugar este es un sitio singular, señalaban a menudo los visitantes, para luego, tras hacerse una foto, retomar el viaje.
José y María eran dos gitanos
rumanos que viajaban por estas tierras, perdidos. Al llegar al cruce de la
autovía Mudéjar, la Guardia Civil les pidió los papeles. Tras analizarlos, les
preguntaron el destino. Nuestro destino está escrito en las estrellas, dijeron pero, el guardia, mosqueado por la respuesta, los encaminó carretera arriba.
Pensó que irían al desguace o al basurero.
La furgoneta era un vehículo de cuarta mano desvencijado y renqueante
que iba perdiendo piezas, aceite y gasolina a cada momento. Cuando el motor
estaba para estallar adivinaron la luz resplandeciente que venía del fondo de
la montaña. Llegaron a la amanecida del día 24 de diciembre y se instalaron el
Multiservicio Rural de Corbalán. El día lo pasaron recogiendo chatarra y
amontonándola junto a la furgoneta. José era un hombre de piel ennegrecida,
pelo negro, barba tupida y apariencia desastrada. María llevaba una
indumentaria de sayales antiguos, uno sobre otros, sucios y recosidos una y mil
veces. En el Multiservicio los admitieron porque las habitaciones estaban vacías. De haber habido
alguna persona, seguro que hubieran desechado la solicitud de cobijo. Con todo, el gerente del establecimiento esperaba que pronto se marchasen. No quería
pecar de racista, pero su presencia no le agradaba y espantaba a la poca
parroquia que hasta allí llegaba. Ahora, con el magnífico árbol que había
puesto el Ayuntamiento ese año, pudiera ser que llegasen turistas atraídos por
la inmensa luz cegadora de aquel descomunal árbol lleno de unas lunas tan
resplandecientes que eclipsaban a la que adorna el cielo nocturno turolense.
Sucedió que pasada la medianoche
María se puso de parto. A los pocos segundos había nacido una niña sin que la
madre hubiese sentido el más mínimo dolor ni hubiera sangrado. ¡Una niña!, y
los padres, que habían pensado en llamarle Jesús si acaso era varón, no supieron que
nombre ponerle. Decidieron esperar a que subiera Clemente para que les
iluminara en este asunto de vital importancia para el género humano. Nadie se
perturbó en el pueblo ni tuvo noticias del suceso. Sin embargo, aquella mañana
habrían de suceder cosas extraordinarias.
Todavía con las legañas en los ojos, Vicente bajó al bar de Benito en la calle Soria. Al pasar por el kiosco de la avenida Sanz Gadea compró el País, el único periódico que se vendía ese día en la capital, todo por culpa de la gran nevada que había caído y por imprimirse, el Lucha, en Zaragoza. Con el café y los churros colocó el diario en la mesa. La noticia de ese día a toda plana le dejó helado. Decía: NACIDA LA HIJA DE DIOS EN UN PUEBLECITO DE TERUEL. El lugar exacto se desconocía pero, se advertía, que un gran árbol luminoso señalaba el lugar a muchos kilómetros de distancia. Desde el aire se podía observar el punto luminoso, exacto. Vicente plegó el diario cogió a su mujer, el coche y se colocó detrás de la quitanieves camino de su pueblo. Necesitaba saber lo que había de cierto en aquella noticia dada por un diario de izquierdas. Todo podía ser una broma, una terrible inocentada. Pronto llegarían los medios de comunicación y debería darles una respuesta adecuada y acertada.
Todavía con las legañas en los ojos, Vicente bajó al bar de Benito en la calle Soria. Al pasar por el kiosco de la avenida Sanz Gadea compró el País, el único periódico que se vendía ese día en la capital, todo por culpa de la gran nevada que había caído y por imprimirse, el Lucha, en Zaragoza. Con el café y los churros colocó el diario en la mesa. La noticia de ese día a toda plana le dejó helado. Decía: NACIDA LA HIJA DE DIOS EN UN PUEBLECITO DE TERUEL. El lugar exacto se desconocía pero, se advertía, que un gran árbol luminoso señalaba el lugar a muchos kilómetros de distancia. Desde el aire se podía observar el punto luminoso, exacto. Vicente plegó el diario cogió a su mujer, el coche y se colocó detrás de la quitanieves camino de su pueblo. Necesitaba saber lo que había de cierto en aquella noticia dada por un diario de izquierdas. Todo podía ser una broma, una terrible inocentada. Pronto llegarían los medios de comunicación y debería darles una respuesta adecuada y acertada.
A la altura del desvío a Valdecebro
la caravana de coches era ya impresionante. ¿A dónde van ustedes? Preguntó el Alcalde
al “último de la fila”. Vamos a Corbalán, un lugar donde se van a celebrara
grandes fiestas con motivo del nacimiento de la HIJA DE DIOS HECHA MUJER.
Vicente dio aviso a la policía y les pidió que le dieran escolta hasta su pueblo.
Lo que vio ese día de Navidad del
año 2014 fue alucinante. En el Cielo, miles de ángeles arcángeles y serafines
tocaban maravillosos instrumentos de oro mientras cantaban deliciosas y
emocionantes canciones. El pueblo se había convertido en un lugar cálido y fértil
en el que la vegetación rebosaba con extraordinarios colores sobre tapias y
tejados. De la torre de la iglesia y de los tejados caían guirnaldas de mil
colores y las calles eran sendas plateadas con aceras doradas. Llegó por fin al
Multiservicio Rural. La puerta se había transformado en un gran arco triunfal,
en su interior, en un trono dorado permanecía sentada la Virgen María con la
Niña en sus piernas. San José, a su lado, mantenía en la mano un cayado de
sabina al que le habían florecido tiernas flores de lirio blanco. Hasta ellos
acudían a postrase y a ofrecerle regalos todos los habitantes de la provincia, primero,
y ya se anunciaba la llegada de los reyes de la tierra, del Papa de Roma (aterrizaría
pronto en Caudé), presidentes de gobiernos y magnates de todo el orbe
cristiano.
Los primeros en llegar, lógicamente,
fueron los de Cedrillas y el Pobo que bajaban a Teruel tras pasar la Nochebuena
en sus casas. Para todos, la Niña Dios, tenía palabras de reproche, de ánimo o de
consuelo. A todos conocía aunque era recién nacida, y no es de extrañar, siendo hija
de quien era. Se acercó Vicente, entre descreído y curioso, hasta el magnífico lugar donde se
hacía adoración a aquella Niña con cara de ángel. Los padres, a los que ya había
visto el día anterior, tan sucios y desastrados, ahora vestían lujosos ropajes
aunque su tez mantenía su color original.
Vio Vicente como se acercaba un
pastorcillo a ofrecerle un cordero y la Niña Dios le dijo, nada tienes que
ofrecerme, yo haré que puedas vivir de tu trabajo y para ello pediré a Rajoy
que baje los impuestos. Luego, llegó Vicente Guillén secretario provincial del
PSOE y Ella le amonestó severamente. Tú y tus camaradas sois unos descreídos,
pero yo no he venido para castigar, si no para convencer. Te encomiendo para
que trabajes por la justicia social, que combatas con todas tus fuerzas la
corrupción y llenes de los frutos de la tierra la despensa de todos los
turolenses. Luego apareció, también de su pueblo, un señor reclamado como "generoso" pues le ofreció una cajita de oro en cuyo interior había sierle de
oveja. La Niña Dios nada más verlo frunció el ceño y dijo: Bienaventurados los
ricos pues ya poseéis y disfrutáis de los mejores frutos de la tierra, sin
embargo, se os ha vedado totalmente el reino de los cielos. Coge tu “caca” y vete. A
continuación se arrodilló su amigo Biel. Nada más verlo la Niña Dios dijo: ¡Ya
has colmado toda mi paciencia! ¡Haz como Alfonso Guerra y deja ya la política!
Así fueron pasando uno a uno todos los habitantes de Teruel y su provincia
antes que comenzaran las grandes audiencias. También pasaron los de Teruel
Existe a los que encomendó encarecidamente retomar el trabajo en pro de levantar esta tierra de
la postración en que se encontraba y dijo personalmente a Tomás Guitarte: "Tú me negarás tres veces". Habló muy especialmente con los que se dedican a cuidar de la naturaleza creada por su Padre, animándoles a preservarla, y a combatir la avaricia de algunos hombres. Muchos fueron los temas que Ella tocó aquel
día y muchas las órdenes expresas que dio. A los de Calamocha pidió sentido común.
A los del Jamón de Teruel volver a la
buena senda del trabajo serio y el producto garantizado...¡Señor, que provincia! exclamó la Niña.
A la Niña Dios no parecía que le
afectase el cansancio y siguió con la audiencia durante todo el tiempo que fue
preciso. Pero..., cómo acabó todo, con qué rigor amonestó a doña Luisa Fernanda Rudi y qué le sucedió a Vicente es cosa que
trataremos en otro cuento que seguirá en breve.