UN PODER MUNICIPAL
QUE YA NO ASUSTA
La primera definición moderna de
municipio es adoptada en la Constitución de 1812. Luego, Javier de Burgos en
1833 divide España en provincias y
crea los Ayuntamientos. Pero no será
hasta finales del siglo XIX y principios
del XX, cuando “el Instituto Geográfico
Nacional, realice los trabajos topográficos para georreferenciar las líneas
límite de todos los municipios de España, realizando el deslinde y su
correspondiente amojonamiento”.
Así pues, un municipio es como una pequeña nación. Tiene su espacio geográfico, sus instituciones de gobierno,
sus leyes y administración, sus archivos, su historia y su cultura singular. El
municipalismo ha calado profundamente en España y reformarlo resulta altamente
complicado. Incluso, municipios sin habitantes, se resisten a su desaparición
por mantener los límites territoriales para actividades como la agricultura, el
pastoreo o la caza.
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El poder de los Ayuntamientos en
la política española del siglo XX ha sido manifiesto. Cuando el rey Alfonso
XIII quiere regenerar la vida política de España en el año 1930 y salir de la profunda
crisis en la que se encontraba su institución, pretende hacerlo iniciando el proceso con unas elecciones
municipales en abril de 1931. Unas elecciones que los monárquicos tenían
ganadas de antemano pues, la España de aquellos tiempos, era mayoritariamente
rural y dominada por el régimen caciquil afecto al monarca. Las elecciones
municipales de abril del año 31 las ganan los monárquicos. Todos los
historiadores, a pesar de que no se dieron datos oficiales nuca, coinciden en
ello a tenor de los datos recogidos en los anuarios estadísticos de los años
siguientes. También los historiadores marxista lo señalan, incluso dan muchos más
votos a la monarquía que los propios historiadores de derechas y monárquicos.
Véase sino, por ejemplo, a Tuñón de Lara. Nada hay que ocultar pues, el cambio de
régimen político en España, se produce por obra y gracia de los ayuntamientos.
Cuando se trata de justificar el cambio de monarquía a república a través del
insólito método de unas elecciones municipales se argumenta que: EN LOS
AYUNTAMIENTOS DE LAS CAPITALES DE PROVINCIA GANÓ LA REPÚBLICA. Así pues, si por
número de votos totales ganaron los monárquicos, en los grandes núcleos de
población ganó la izquierda.
Este papel protagonista del poder
municipal en la vida española se prolongará durante buena parte del siglo XX.
Franco no osa recortar ese poder y lo ampara para no tener problemas. La
provincia de Teruel, que en la última etapa del franquismo pierde 90.000
habitantes, no cambia la configuración de ninguno de sus municipios y ya muy tardíamente
se produce una muy tibia agregación de
varios pueblos en torno a Alcañiz, Calamocha y Teruel. Franco quiere tener
controlado el poder municipal y para ello nombra a los alcaldes de las
capitales de provincia Procuradores en Cortes. En la provincia de Teruel son siempre, Procuradores en Cortes
Generales, los alcaldes de la capital: Joaquín Torán Marcos (1943-1945), Manuel
Reig y Roig de Lluis (1945-1949), Antonio Elipe Arraiza (1949-1951), Antonio
Moreno Monforte (1951-1955), Álvaro Vicente Gella (1955-1961), Jesús Marina
Martín (1961-1964), Cosme Gómez Iranzo (1964-1974), y Mariano Fernando Huguet
(1975).
A pesar de que la Transición Política
a la muerte de Franco (de la dictadura a la democracia) fue modélica, con papel
preponderante en el Parlamento, como debe ser, el poder municipal ha estado
siempre latente. Temen los partido de derechas modificar alguna ley que afecte al estatus actual de los municipios y, siguen los partidos de izquierda, cortejando este poder básico y tan
directamente relacionado con el pueblo.
Fruto de esta situación tensa y
del temor a un poder que ha sido capaz de cambiar de régimen político a toda
una nación de la noche a la mañana, es la situación actual de España. Una
España interior en su mayor extensión, rural y desertizada, en la que encontramos cerca de 8.000 municipios, la
inmensa mayoría inoperantes, pero que ahí están y no hay quien los quite. A la
hora de poner ejemplos se nos agolpa una enorme cantidad de municipios
aragoneses con Ayuntamiento y en los que en invierno (casi todo el año, pues
son “nueve meses de invierno”) no vive nadie. Esto no es algo que se pueda ocultar o
tergiversar, cualquier ciudadano puede visitar estos pequeños pueblos y darse
cuenta de la situación y de la falacia del poder municipal que ejercen.
Es pues hora de una profunda
reforma de nuestros municipios, aunque sólo sea para evitar hacer el ridículo
de tener los Ayuntamiento sin habitantes.
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