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viernes, 26 de septiembre de 2014

Septiembre2014/Miscelánea. UN CURA, UN GATO, UNA VIRGEN Y UNA TORRE EN SAN MARTÍN DEL RÍO

ENCONTRAMOS AL CURA EN EL TEJADO
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El cauce intemporal del río ha atravesado el estío seco e infernal del alto Jiloca y ha clavado, en la mente de los ribereños, la memoria de los tiempos pasados. Tiempos de vino, alcoholeras, remolacha, zafrán…  y ferrocarril. El maquinista se llamaba Martín y tras descarrilar el tren arrastrado por las desbordadas aguas del Pancrudo, al cruzar el puente por Trambasaguas, su cuerpo muerto, apareció depositado junto a unos huertos del Jiloca en el pueblo de San Martín del Río. Aquí, en este extraordinario lugar de coincidencias, se guardan las esencias de buena parte de la historia de Aragón y de España. Esas esencias llevan por apellido Marco (uno general y otro cardenal) y van ligadas también a la localidad de Bello (lugar de los Belos). Pero, antes de entrar al pueblo tienes que pasar el río Jiloca y eso, ya parece una trasgresión del orden lógico de las cosas. La cooperativa y el peirón junto a la carretera nacional Burgos-Sagunto (camino que diseñó Mío Cid) son, el principio. Luego el museo del vino, cerrado durante nuestra visita. A la izquierda, el lavadero y un poste indicador del panorama monumental del pueblo. Paramos el coche en el antiguo fosal  y buscamos al cura. No estaba en casa. Hablamos con una vecina y nos dice que sí, que debe andar por el pueblo. Caminamos por el caserío y vemos un gato que traspone por una esquina al volver la sombra de la torre. Luego caímos en un callejón sin salida y, tras la tapia, vemos al cura subido a un tejado con una paleta de albañil retejando su casa. A la vuelta de la manzana el mosén ya estaba en compostura y nos acerca a la iglesia. Una joya que los del Jiloca sabe apreciar y los de fuera ignorar. Una esbeltísima torre mudéjar, un templo del XVI y una advocación significativa, San Martín. Tours en el territorio de los francos fue el lugar más septentrional al que llegaron los “moros”. Los “moros”, una pesadilla hasta hoy día con el dichoso Estado Islámico.  No todos los musulmanes son iguales. Pero lo cierto es que hay mucho Estado teocrático por esos lares y eso no cuaja con una mentalidad liberal. Pocos saben que EEUU cuajó como Estado independiente tras la lucha contra los piratas otomanos en el Mediterráneo, a principios del siglo XIX. El curica, un hombre menudo y de mente despierta, sabe mucho de su iglesia y sus avatares, pues, hace más de 50 años que la regenta. La torre es, para él, una flecha de Dios señalando el Ángelus. Oraciones que se van evaporando con los años como los sueños de un seminarista. Queda ahora vigilar y proteger este tesoro donado por los siglos hasta que el altísimo le lleve a una residencia de ancianos. Es amigo de Ernesto, el viejo párroco de Encinacorba, que ya ha cumplido el designio inefable del destino y sus huesos dormitan en un salón impersonal, de una residencia impersonal, de un lugar y un país impersonal. El mundo no cambiará aunque los gatos paseen por las calles y los curas caminen por los tejados. El hombre es demasiado torpe para poder convertir esta tierra en un paraíso. Félix vuelve sus pasos sobre la plaza del Ayuntamiento y dice, este edificio se hizo en tiempos de Carlos III. Lo bueno perdura y los buenos reyes no han abundado. Cuando hubo uno bueno su memoria la ha guardado el pueblo gravada en piedras de mármol. Poco mármol hemos gastado.
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Un misino en la calle.
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Una cura en un tejado.
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Una virgen cara la pared.
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Un cielo estrellado.
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El románico y el gótico.
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El pueblo desde la ermita de San Francisco.
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EDIFICIO GÓTICO-RENACENTISTA
EXTERIOR
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