En primer término casas en Los Praos, al fondo, Tortajada.
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El valle del Alfambra se abre en
Tortajada como un oasis con el que el cuerno de la abundancia alimentó a sus
hijos durante generaciones. Estamos, a finales de marzo, cuando las yemas de
las copas de los chopos rezuman un ungüento amarillo y pegajoso que anuncia su
eclosión. Luego, el valle gris, alumbrará un imperativo color verde en
contraste con los yesares que acompañan al río en su margen izquierda. Río
menudo de huertas sedientas y necesidad de regulación para que en los estíos no
sobrevenga en cauce seco y duro. Huerta que fue despensa, forraje para el
ganado y que finalmente devino en una chopera continua. Sobre el valle, las
aves necrófagas vuelan formando círculos que llegan hasta el Muletón y giran
hasta el basurero de la carretera de Corbalán, la Laguna y el Monte. La masada
Nogués ha desparecido, pero en la zona de “Los Praos”, donde se pescaban
anguilas antes que el Turia se llenara de pantanos, han crecido casas de recreo
con su pequeño huerto y jardín al sosiego del frescor de estos manantiales. El
Muletón nos recuerda que mañana es día uno de abril, día de la victoria de las
tropas nacionales sobre las republicanas. Hace 75 años que terminó la guerra civil y en
el pueblo todavía se conservan algunas anécdotas del suceso sobre todo
relacionadas con el Muletón. Mañana subiremos hasta lo alto del monte en que
culminó la tenaza con que las tropas republicanas cerraron la hoya de Teruel.
Mas que batalla, esta primera parte fueron maniobras militares donde 100.000
republicanos atacaron a 4.000 de los nacionales. Pero, de esto, nada sabe el
valle, que sigue su ciclo anual y perenne. Busca ahora, en los recursos endógenos,
la forma de sobrevivir a la despoblación y encontrar su futuro en nuevas
actividades económicas.
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Copas de los chopos a punto de eclosionar.
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Los Praos con casas de recreo.
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