Un pueblo pequeño (25 habitantes)
es como una casa grande: una familia. En Alpeñés nos recibieron desde la puerta
de la iglesia y nos distinguieron por el olor a forastero que traíamos. Me gustan los pueblos pequeños, mi Almohaja
natal tiene 28 habitantes. A los pocos momentos de estar en el pueblo ya conocíamos
a casi todos los vecinos y a casi todos los “veraneantes”. Lo sabemos bien,
desde hace algún tiempo a esta parte la gente se ha vuelto desconfiada, entre
otras cosas, por los robos. En Alpeñés todavía hay quien deja la llave en la
puerta de casa. Pero nosotros lo primero que hacemos es identificarnos. Soy
fulano de tal, vengo de tal sitio y trabajo en tal. Es bueno también presentar
a la persona que te acompaña y sobre todo dar referencias. Luego todo es muy fácil
y efectivo, entonces la gente se abre rápidamente. Coincidió que también conocíamos
al cura. Al final de la visita ¿cómo no vas a tomar una cerveza en el bar? Aquí,
como en Villalba Alta, es autoservicio. La gente se sirve y paga lo que ha
consumido: “nunca ha faltado un duro”. ¡Es verdad! El pueblo es fácil de
interpretar. Monocultivo del cereal, ganado y caza. Es necesario tener un buen
arcón frigorífico o dos y leña para el invierno. Más importante que el médico
es el coche. A veces se vive a caballo entre Teruel y el pueblo. Para las
fiestas bulle el pueblo y para la romería más aún: San Lamberto y la Virgen de
la langosta que nos cuiden por muchos años.
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