El BOE es el más importante instrumento de poder que tiene los políticos.
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Una reciente encuesta señala que
los niños españoles, cada vez más, desestiman el compromiso de dedicarse a la
política. Lo hacen, pienso, por lo contestada que está esta noble actividad
cuyo fin es procurar el bien común y el logro de una sociedad libre y justa.
Los jóvenes españoles están, al parecer, llenos de nobles sentimientos y de
ideales altruistas. Bendita educación… Sin embargo, como se puede ver en los
cuadros sacados del BOE, la política constituye un “señorío” que obtiene pingües
beneficios del Estado, de la empresa y de los ciudadanos. También, la política
y los partidos, tienen unos militantes (la cantera de militancia es el municipalismo)
que pagan sus cuotas de afiliados y que en teoría deberían sufragar los gastos
de su actividad. Pero no hay tal, pues una vez el partido en el poder, sus
cuadros, se reparten los más suculentos puestos dentro de la administración pública
sin haber participado en sano y justo concurso oposición. Los jóvenes españoles
parecen no enterarse del asunto, pues, una vez instalados en la carrera política
el porvenir viene a ser como el de los viejos racioneros turolenses que describía
con tanto gracejo Jerónimo Lafuente. Racionero viene de ración y los políticos,
como ayer los racioneros, quieren su RACIÓN. Decía Lafuente que para obtener
una ración no era necesario más “que vestirse de estudiante,/ ir algún tiempo
a las aulas,/ o aprender con algún padre/ a mal decir una misa/ y mal cantar
una salve”. Ahora no es necesario ni eso. El político provinciano debe repetir
como un loro lo que el partido le dice desde Madrid. Por ejemplo debe decir: “Rajoy
dimisión... Rajoy dimisión... Rajoy dimisión” y “no la los recortes... no a los recortes”, venga o no a cuento. Si sigues los mandatos
de la cúpula pensante en Madrid llegarás lejos y quizás a alcalde, aunque no tengas
ni la más mínima idea de qué hacer con tu ciudad. Eso sí, participarás de ese
suculento pastel que reparte el BOE. ¡Que Dios nos pille confesados!
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He aquí el suculento pastel.
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