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PERRERA MUNICIPAL
Algunos vecinos de esta plaza nos cuentan algunos "secretos" de la misma. Desde luego que había bodegas, pero éstas estaban, fundamentalmente, debajo de lo que era el palacio del marqués de Tosos. Debajo de la plaza, sin embargo, cuentan que se hizo un refugio antiaéreo en la Batalla de Teruel. Después de la Batalla de Teruel el espacio (la plaza) se amplió a base de amontonar escombros en la zona norte y configurarse definitivamente el perímetro de la plaza actual. Por esa razón, en el callejero de Teruel, siempre se nombró como "la calle que va a la Lombardera (por el color de la torre)".
Sin embargo, lo más llamativo, según la memoria de los vecinos, no estaba en la plaza sino en la base del torreón de la Lombardera. Por razones que desconocemos, en esta torre se instaló la perrera municipal. Muy a menudo uno o dos empleados municipales salían por la calles de Teruel y con lazos apresaban a los perros sueltos. Una vez atrapados, los llevaban a esta perrera donde los tenían custodiados durante una semana (más o menos). Transcurrido un tiempo prudencial y si el amo no acudía a rescatar al animal se procedía a su eliminación.
Todavía recuerdan los vecinos la existencia de una firme y fuerte biga de madera en el torreón de la Lombardera. Los encargados de la perrera pasaban una cuerda con lazo sobre la biga y de ella colgaban al perro que moría irremisiblemente. Una vez muerto, pasaba al guano.
Este era el triste destino de los presos abandonados. Hoy nos parece una barbaridad, pero en aquellos tiempos de penuria había otra sensibilidad o se carecía de sensibilidad.
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