¡DALES… DALES CAÑA…!
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Los vecinos del Ensanche viven
felices sesteando al sol de la tarde. Han colgado sus casas sobre la cornisa de
la muela, que da al río Turia, y han dado la espalda al barrio. Han votado por
dos veces a una alcaldesa que se lleva a los barrenderos a escobar los yermos
de Ollerías mientras, aquí, las avenidas, a media luz, se cargan de hojas al
otoño y de oscuridad en el invierno. La asociación de vecinos, paradójicamente,
la maneja la oposición y un coro de “mansos” que todo lo más que hacen es cenar
una vez al año (por Navidad). Si la ciudad crece por aquí, por el polígono Sur,
el hospital se lo llevan al barranco de Río Seco, al norte, con unos accesos
inimaginables. Muchos vecinos son consientes del deterioro del barrio pero son,
a su vez, incapaces de dar la cara. En la tertulia del bar te incitan (hipócritas)
diciendo: ¡Dales… dales caña! La decantación de la ciudad hacía otras áreas y, el abandono del
barrio y sus servicios, hace que las viviendas pierdan cada día parte de su
valor. Así nos va….y aún nos irá peor si no despertamos.
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