LA BELLEZA DEL ALTO MARTÍN EN
DICIEMBRE
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Dios no priva de su sustento a ninguna de sus criaturas, pero, las somete a diversas y difíciles pruebas según su recto saber y entender. Así como
esta cabra sube por los riscos, por paredes empinadas e imposibles, para conseguir
ramonear las ramas del árbol, así, a los turolenses, nos somete a una prueba
cada día más difícil. No es que seamos poco agradables a los ojos de Dios. ¡No!
Él, el todopoderoso, quiere que nosotros, simples mortales, sepamos conocer y
apreciar los dones que ha puesto a nuestra disposición. Así, en este valle escondido
y olvidado del alto Martín, el Creador de todas las cosas (fuere quien fuere)
puso esta maravilla. Estaba oculta a todos los ojos y separada de la civilización
por el ostracismo. Ahí está. Dios puso las plantas, los animales y, el hombre,
ha señalizado las rutas y les saca su fruto. No es Dios el culpable de todas
las cosas, sino el hombre que no sabe sacar de ellas su provecho. Pero, para
que esto pequeño paraíso no sea flor de un día, es necesario conservarlo en su
estado natural. ¡Respetad la naturaleza! No destruyáis un bien tan preciado. A
cambio de vuestro respeto, ella, la naturaleza, os ofrece… os da gratis… TODO.
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Fin de la primera parte.
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