Reunidos en Ojos Negros bajo la presidencia temporal (por ser su circunscripción), de Ojos Azules se decidió que, ante la avalancha de nuevos socios que desean formar parte de tan notable institución, sean estos examinados por los socios veteranos y Beneméritos (si los hubiere) para evaluar sus competencias básicas. Cada socio fundador propondrá una prueba, creciente en dificultad, que los neófitos deberán superar con satisfacción para poder disfrutar de la categoría de miembro de la Sociedad Gastronómica Los Gacheros. Las pruebas son eliminatorias y su evaluación inapelable.
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Primera prueba, El Agujerelio (a propuesta de Aurelio). Preocupada la Junta de esta asociación tanto por el comer como por el evacuar, dada la edad de nuestro socios presentes y futuros, se acuerda lo siguiente. El aspirante permanecerá sentado en las frías y ferruginosas aguas del aljibe de Rodenas estirando el cuerpo y sonriendo (como en la foto) durante el tiempo que se determinará sobre la marcha. De cuando en vez un socio Benemérito (de momento Fabián), con lupa en mano y ojo clínico, examinará las hemorroides del susodicho aspirante al que también hará, tacto rectal (si las circunstancias lo requieren así). Una vez evaluada la situación del nuevo socio, se considerará su entrada en la asociación o el tratamiento médico apropiado y se le emplazará para una próxima fecha. Se ruega pedir cita previa para evitar demoras en "pacientes" del Obispo Polanco.
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Segunda prueba, La Estatua (a propuesta de Francisco). El aspirante deberá permanecer, haciendo la estatua del león, en la cima de algún pico, cerro, tozal o colina de la provincia que se le indicará con antelación. Al paso de cualquier persona o animal deberá rugir como el León de la Metro. Para comprobar su vehemencia y docilidad como futuro socio, una comisión de gacheros lo examinará. A tal efecto, un anónimo grupo de personas disfrazados con corbeteras (ver la foto de abajo) pasarán y traspasaran junto al aspirante. Éste, nada más percatarse de la presencia de la comitiva, deberá "rugir" sin reírse, ni de la cabeza ni de la corbeterica. En caso de caer en la tentación de mofa y burla será automáticamente rechazada su solicitud de entrada (una pena).
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Socio con su buena "almendra" debajo de la corbeterica y preparado para la prueba de La Estatua.
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El socio que sea Benemérito, tiene derecho a proponer una prueba de especial dificultad.
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Prueba del Bel Canto ( a propuesta de Fabián). El aspirante subirá al castillo de Alfambra y situado en la plataforma del Cristo cantará piezas de ópera y jotas aragonesa sin parar. Para cuidar la voz en tan extraordinario esfuerzo sólo se le permitirá tomar "agua de remolacha". El socio benemérito, que permanecerá sentado en la terraza del bar de Orrios, evaluará desde esa distancia la potencia y calidad de la voz del aspirante. Sólo el socio Benemérito tiene la potestad de aceptar o rechazar la candidatura.
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Prueba del Chino Mandarín (a propuesta de Marcial). Se trata de atravesar la frontera de Melilla haciéndose pasar por un chino y cantando la canción:
Soy un chino capuchino mandarin rin rin.
He llegado de la era del Japón pon pon.
Mi coleta es de tamaño natural ral ral
Y con ella me divierto sin cesar sar sar.
Al pasar por un cafetín tin tin
Una china me tiró del coletín tin tin
Oye china que no quiero discutir tir tir.
Soy un chino capuchino mandarin rin rin.
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PASAMOS A LA COMIDA
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El aperitivo.
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El Benemérito indica a la camarera que ya puede comenzar la comida.
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El plato del día.
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La comida comenzó tras la tradicional ganchada que ejecuta, con notable maestría, el socio de la corbeterica.
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En la fotografía, comiendo a cuatro carrillos.
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De Encinacorba, por supuesto.
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ALGUNAS HISTORIAS ENTERNECEDORAS
DE LOS
PADRES FUNDADORES CONTADAS, EN EL REFERTORIO Y AL AMOR DE LA LUMBRE, PARA DELITE Y DIVERSIÓN DE LOS COMENSALES
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Marcial. Aquella noche oscura de amor
apasionada hizo crecer su vientre, como crece en el campo el trigo soterrado
tras pasar el arado. Mas, otra noche azul de luna pixelada se sintieron los
lobos rondar por las majadas y el vecino más viejo que habita la llanada, jura
que en Castelfrío, el macho alfa aullaba. Comenzaba el reinado de la licantropía
y los lobos huyeron más allá del Alfambra para nunca volver a habitar la
comarca. Nació con los colores sonrosados del alba, con los dientes completos y
los labios sensuales irisados del nácar. Las aguas bautismales sobre su
cabecita ya destilaban vahos de azufres y piritas. Sintió el cura en tal acto, un temblor repentino, un escozor amargo… como
un escalofrío. Le echó su bendición y sin más requisitos lo dejó que
creciera en El Pobo infinito. Escaló por
las tapias, no acudía a la escuela, le bebió el vino al cura, escodó
sangartesas y escarzó en canaleras nidos de pisalomos. Se reunió el Concejo
para ver que se hacía con este endemoniado con sangre de una arpía. ¡Qué temblara
Alcorisa! Hacia el Bajo Aragón llegó sin mucha prisa a aprender los latines y
alguna poesía. Pero, llegada la hora en que nació su hombría, se le vio
repasando a oscuras, a escondidas, pergaminos de tías que no iban bien vestidas (¡vamos, en porreta!). Perdió
pues su “pureza” tras un confesionario y lo pagó bien caro por esa villanía.
Su guía espiritual tras dura confesión rasgó sus vestiduras y le echó un gran
sermón. Quiso advertir al mosén, que regenta el lugar, las trazas que gastaba este joven truhán. Muy claro le advertía que era todo un don Juan y que a más
de una moza la podía preñar. No es nuevo en estos lares ni digo disparates, al
señalar su fama… contar sus avatares. Buscó entre las mujeres el azul terciopelo
y la dulce caricia de su seno materno, prolongar en caricias afectos
maternales, el retorno a la infancia y al útero materno. Pero siempre confuso
por la licantropía las amó como un lobo, las amó sin medida, pero a pesar de todo le supura la herida, porque el amor te alcanza como dardo homicida. No distrajo, ¡cuidado!, su gusto desmedido por
el saber humano. Y, además de los títulos que firman profesores, él se avezó
al estudio de la Paleontología pues conoce esta ciencia, mejor que los doctores. Al fin, padre y esposo, soporta
con decoro los golpes que la vida le manda poco a poco. Las pérdidas humanas
(madre y esposa), el dolor de las zarzas rasgando las heridas. Cada día es un
trance del que salir con vida. Su gran vitalidad es nervio que le guía y para
quien lo conoce/conocemos es bondad infinita.
Esperando que sean de tu gusto
estas letras, desde aquí te nombramos: GACHERO BENEMÉRITO.
Seta que lo es... Chusé
Seta que lo es... Chusé
¿Y la ganica?... También la tiene
buena.
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Fabián. Cuando le llegó la hora de venir a este mundo traidor, la partera del pueblo tuvo que sacarlo a hurón, pues estaba tan calentico que no quería salir. Su infancia la pasó con el régimen franquista, que es un método de adelgazamiento no superado por ningún nutricionista hasta la fecha. Se alimentaba haciendo la galima en el valle del Alfambra. Ahora, de mayor, cuando su economía personal ha mejorado mucho, a menudo se acuerda de los pepinos que se comía tumbado en un ribazo de la huerta de Orrios. Al igual que los israelitas durante el éxodo añoraban, en el desolador calor del desierto, el "pepino" egipcio, a él, todavía se le enternece el corazón y le brotan las lágrimas recordando aquellos dulces pepinos de "culo" amargo, de su ya lejana infancia. Por esta razón (la del pepino) se ha hecho examinador de neófitos en la prueba de El Agujerelio.
Nota: Era costumbre en la zona del Alfambra cortarle a los pepinos el culo (parte que estaba unida a la mata) y luego, una vez cortada, frotar una parte contra la otra hasta que salía un líquido espeso y blancuzco, de esa forma, decían, que se le quitaba el amargor al pepino (de ahí la expresión: "¡ Qué te den por donde amargan los pepinos !").
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Jesús. El gen dominante debió ser alemán y el recesivo, de Ojos Negros. Con estos precedentes quiso Dios todopoderoso (Alá sea loado) que naciera un espécimen tan raro: pelirrojo y de ojos azules en Ojos Negros. De niño emigró a Francia a la remolacha y a la vendimia. De vuelta a España trabajó de pintor, alicatador, taxista... y con ninguna profesión lograba saciar su voraz apetito. Un buen día les dijo a sus padres auf Wiedersehen (su madre dijo con orgullo, así habla mi chico) que quiere decir, "adiós", en alemán. Para pasar hambre, igual me hago maestro. Aquí lo tenéis, después de más de 30 años esporrinando zagales en su pueblo natal, ha sobrevivido a la hambruna maestril. Todo un ejemplo para las nuevas generaciones que pronto se enternecen al oír estas historias de boca de su viejo maestro (en su pueblo le llaman, cariñosamente, demóstenes).
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Guillermo. Un día llovió torrencialmente en el alto Alfambra y bajó riada grande. En un remanso del ahora desbordado río apareció una cesta pañolera con un zagal como un tizón de carbón en su interior. La cesta se enganchó en un zarzal al llegar a Villel, pero un pastor le pegó una patada diciendo: au d´astí. Así que la cesta llegó cerca de Tramacastiel, desde donde salieron sus padres a recogerlo. Al principio le echaban de comer manjares delicados por ver si medraba y se hacía buen mozo pero pronto se avezó a comer de todo (si no hay lomo, de todo como). Lo llevaron a la escuela y parecía pito, así que sus padres le preguntaron al maestro, ¿qué hacemos con el zagal?... ¿qué no valdrá pa hacer de él, al menos, un mal maestro? También en esa valoración se equivocaron y de Guillermo se guarda una excepcional memoria en los lugares donde ha ejercido de maestro y de director de colegio. No le faltaron firmes proposiciones para entrar en la política, pero el reservó siempre sus energías, con buen juicio, para su profesión. ¿La gana?... también la tiene buena. Gracias.
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Aurelio. Cuando nació en Orrios
tenía el cuerpecito blanco como un copo de nieve de Castelfrío y la cabeza se
adornaba con madejas rizadas de un pelo rubio áureo. Cuando sus padres lo
llevaron a bautizar el cura impuso su criterio y dijo: ¡nada, nada!, se llamará Aurelio. Un día, sus padres se fueron a entrecavar remolacha a un piazo de
huerta que tenían en el Vadillo dejando al muchacho dormidico en el solanar al sol (tan ricamente).
Cuando volvieron a casa y miraron en la cuna, no se lo podían creer… el padre
dijo: "¡mecagüendios, ¿qué le ha pasado al zagal?!"... parece una morcilla cular.
Desde tan tierna infancia su vida cambió para siempre sin que el paso del
tiempo volviera su piel al color primitivo. Aurelio notaba cierto desdén por el
color de su piel, y a menudo preguntaba a su padre dónde había nacido. Papá, le
decía, ¿no habré nacido en Torre los Negros o en Cutanda? ¡Qué no hijo, que no! Lo tuyo no es natural, tú eres teñido. Sin embargo, lo que peor llevaba no eran
las burlas de los amigos del pueblo, sino la discrimación que padecía con el
maestro y eso que éste se esforzaba, pero nada. Cuando llegaba el Domund y el
maestro repartía las huchas, ¿a quién creéis que le tocaba la hucha del
negrito? ¡Premio!
Sus padres querían que fuera
molinero para ver si se suavizaba el color de la piel al impregnarse de harina,
más el quiso ser maestro. Yo lo conocí en la Escuela Normal de Teruel, cuando
su piel había perdido bastante de la socarrina que se dio de zagal. Le dijeron
que Turia significaba río blanco y se echó una novia en Villastar por ver si de
una vez se aclaraba del todo su enojoso asunto (hay racismo). Pero no sería
hasta la siguiente generación, cuando la piel volviera a su SER.
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Francisco. De pequeños nos decían que los
niños salía de debajo de una col. No es el caso de Francisco, de quien señalan
sus más allegados, sin la menor duda, que nació debajo de una berza. Tal
rotundidad invita a la reflexión y al análisis detallado de sus posibles orígenes.
Francisco se nos aparece como el último vástago de una noble estirpe de "tinteros" hispano-godos que
trabajaron siempre en las escribanías de las cancillerías regias. ¿Cómo sino explicar ese perfil
godo y ese rostro de color apergaminado? Lo de la berza tendría su explicación
dada la tendencia al verde que desde niño le ha acompañado. Sin embargo, hay
otros detalles que lo delatan como miembro de una antigua saga de escribanos
que, posiblemente se remonten a los tiempos de la escritura cuneiforme. En la
escuela siempre fue un niño atentísimo que hacía la escritura con una perfección
absoluta. Solamente le tenía que corregir el maestro en la forma en que permanecía sentado. Pues, Francisco, tenía la costumbre de cruzar las piernas sobre el
asiento del pupitre en vez de dejarlas caer por gravedad. Acostumbrado siempre
a escuchar y a hablar poco, es un hombre que pasa desapercibido. Desde sus años
escolares existe esa sensación de ausencia ignorada. Tras pasar revista de
forma visual el maestro en la escuela preguntaba sin advertir ninguna falta. ¿Falta
alguien?... Sí, decían los niños… ¡Francisco!
Y frente a ese ser y no estar, está el profundo deseo de ser ignorado. Francisco
es el ejemplo de ese dicho tan común que dice: “ese tiene la mosca detrás de la
oreja”. Nosotros lo hemos pillado en varias ocasiones con la MOSCA detrás del
pabellón auditivo. Aquí abajo dejamos el ejemplo fotografiado. Sin embargo, parodiando la canción dedicada al Che podríamos decir también:
Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia
de tu querida presencia,
compañero Paco Domingo.
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Miguel. Cuando se fue a matricular en
Magisterio para estudiar la carrera de maestro, doña María Lozano le preguntó.
¿A ver, Miguel, nombre de tu padre? A lo que él contestó con una frase que se ha
hecho famosa urbe et orbe (en la ciudad y en el mundo): “¿Sabe que le digo…?”
Ahí tenemos dibujado al personaje, un hombre lleno de dudas y contradicciones.
Para empezar hay varias versiones sobre su verdadera paternidad, pues circulan
no pocas referencias sobre sus orígenes legendarios, al respecto. Todos estamos
seguros de nuestra madre pero, ¡Ay el padre!, eso ya es otro cantar. Sin ir más
lejos a mi me llaman Pepe, que significa padre putativo, lo cual me ha
acarreado no pocos problemas, al igual que al compañero gachero, Miguel.
La primera versión, y la más
plausible, es la que señala que su madre era una famosa cantante y corista en el
famoso Teatro Chino de Manolita Chen. Estando un día cantando en el escenario
aquella copla española que dice: El día
que nací yo, ¿qué planeta reinaría? por donde quiera que voy, Qué mala estrella
me guía. Le sobrevino el parto en plena actuación rompiendo aguas y
causando gran impacto entre sus compañeros, a los que había ocultado el
embarazo. Todos se preguntaron quién sería el padre. Se rumoreó que la habían
visto a menudo, últimamente, con un hombre oriental/oliental. Un personaje
mujeriego, jugador, pendenciero… vamos, como se dice en nuestra tierra: “UN
BALA”. De esta forma el niño, que nació sano y hermosísimo, era conocido en la trupe como Miguel, hijo de ese “bala-chino”.
Con el tiempo este apodo tomó carta de naturaleza y su madre de vuelta a España
lo apuntó en el Registro Civil como: MIGUEL BARRACHINA, no por error del
escribiente, sino para evitar risitas (que te veo Marcial) y comentarios.
La segunda versión señala, sin
datos concluyentes y fiando más a la fantasía que a la razón, que Miguel
procede de una vastísima saga de descendientes del arcángel San Miguel, por lo
tanto es un ser semidivino, un héroe, ¡vamos!
Se cuenta que San Miguel, a la sazón jefe de
los ejércitos celestiales, cayó herido en combate singular luchando contra el
demonio. Fue recogido y curado de las heridas por una vestal romana que, al
parecer, estaba bestial. Bueno, toda la
tradición cristiana señala a ángeles y arcángeles como seres asexuados (ahora
se pone esta aseveración en duda), lo cual es otro handicap a la hora de dar
verosimilitud a esta versión. El caso es que todos sus ancestros llevan por
nombre Miguel y es esa pervivencia del antropónimo la que nos hace fiar en esta
posible paternidad, como cierta.
Tercera versión. A veces aparece
Miguel, como en la fotografía, con un aura dorada en la cabeza, un resplandor
lumínico, una estela de luz y de fuego refulgente. Sin embargo, porta capa
parda y raída y lleva ropa de mendigo. También en esta ocasión el Registro Civil
Celestial nos remite a una saga descendiente del dios Thor, dios nórdico con
poder sobre el clima y las cosechas. Este dios luchó en singular combate
contra los gigantes y fue derrotado (de ahí deviene el cambio climático). Sus
descendientes, semidioses, fueron condenados por los gigantes a errar por la
tierra y a pasar hambre y calamidades. Aquí tenéis la explicación de por qué Miguel viste ropas de mendigo y es conocido cariñosamente, también, como
CARPANTA o CARPANTILLA.
En Riodeva, terminada la comida dijo estas
palabras tan rotundas y que tanto lo definen: “LA GACHAS QUE SOBREN ME LAS
PONES EN UN TUPERGUARRRE”. Y todo el mundo lo entendió a la primera.
De sus vida, de sus alegrías
(pocas) y sus padecimientos (muchos)
podríamos hablar largo y tendido, pero no es la ocasión, pues llaman a comer.
¿Y de gana cómo andamos?... La
gana buena, gracias.
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SOCIOS YA, DE PLENO DERECHO
No podemos adelantar datos de ellos, todavía.
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La despedida.
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24/04/2014
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