Esta población está situada en la sierra de Lidón, tiene un castillo estratégicamente situado que, a los largo de la historia, ha vigilado las comunicaciones entre Molina, el valle del Jiloca y el Campo de Visiedo. Numerosos documentos lo sitúan como puerta de la conquista de Teruel por girar las huestes aquí y evitar el despoblado del alto Jiloca en poder del la taifa del rey moro de Albarracín. Desde antiguo debió servir como paso de mercancías para conectar con la Ruta de la Lana en El Pobo. Este crucial punto de comunicación hizo que fuera presa apetecida en las guerras (la de los Dos Pedros) y razón de que, tanto Molina de Aragón como Daroca, inclinaran su comercio por esta ruta para salir al mar. La viva presencia del paso de San Vicente Mártir ( y san Valero) por este lugar (persecución de Daciano), anima a confirmar su importancia estratégica a lo largo de la historia.
Sin embargo es en los siglos XVII y XVIII cuando incrementa su patrimonio religiosos y, fruto de estos siglos de prosperidad, es el legado artístico que nos deja. Ahora con una densidad de 1,74 habitantes por kilómetro cuadrado y una niña que acude a la escuela de Monreal del Campo, tiene su futuro comprometido. Desde el castillo el panorama urbano es desolador, con un alto porcentaje de casas hundidas.
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