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FRAY SIMPLICIANO, FRANCISCANO LEGO DE TERUEL.
A
propósito del fraile limosnero que visitaba los pueblos del Rincón
de Ademuz,
pidiendo
para el convento de san Francisco en Teruel.
"Predica el evangelio en todo momento y cuando sea necesario usa palabras"
-Francisco de Asís (1182-12),
fundador de la Orden Franciscana..
“El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad”.
Ludwig van Beethoven (1770-1827),
compositor y músico alemán.
Palabras previas.
En una homilía durante las pasadas Fiestas Patronales de Torrebaja (Valencia), don Antonio –me refiero a don Antonio Villanueva Hernández (Torrebaja, 1947)- hizo referencia a un fraile lego del convento de San Francisco en Teruel. Hacía mucho tiempo que nadie mencionaba a aquel humilde franciscano, y muy pocos entre los asistentes le reconocerían; sin embargo, cuando el cura preguntó por su nombre varias voces entre la feligresía le nombraron: “Fray Simpliciano, le llamaban fray Simpliciano...” –imposible haber encontrado nombre más apropiado para él, pues su traza e indumentaria reflejaban su mansa condición como hijo del divino santo de Asís.
El motivo de aludir al franciscano en la predicación vino motivado por la fractura –léase rompimiento o tensión social- que don Antonio había observando en el pueblo: caras largas, distanciamiento y miradas esquinadas entre grupos y personas tras el cambio electoral ocurrido en las últimas municipales del 22-M (2011), en las que los socialistas ganaron las elecciones tras treinta años de gobierno popular.[1] Demostrando su sólida formación pedagógica, el orador hizo una catequesis magistral, recurriendo a sus recuerdos de infancia, en los que aparecía fray Simpliciano sentado en los peldaños de la escalera de un portal frente al Café de los Cesáreos de Torrebaja (Valencia):
[...] el fraile estaba sentado en unos escalones frente al café, era un día de otoño o invierno, y hacía mucho frío. El hombre calzaba abarcas sin calcetines y tenía los pies enrojecidos y llenos de rozaduras, con sabañones y grietas entre los dedos... Recuerdo que me produjo una fuerte impresión, tanto que se lo comenté a mis padres, que fueron a buscarle y le trajeron a casa... Y mi padre –se refiere a don Antonio Villanueva Garrido (+1959), farmacéutico- allí mismo en la botica le curó las heridas con algún desinfectante y le puso unas tiritas en las rozaduras. Le ofrecieron también unos calcetines, que en su candor el fraile rechazó, alegando que podría ser pecado, pues la norma de su orden le prohibía llevar ese tipo de prendas... Incluso le puso reparo a las tiritas, pensando que quizá le procuraban demasiado alivio a las llagas de sus pies...
Los recuerdos del predicador tenían una clara intención catequista, esto es, ilustradora y formativa, aludiendo a que si una tirita –la tirita de fray Simpliciano- no bastaba para unir las desavenencias y tensiones entre los vecinos mal andaban las cosas. Como broche de su explicación, don Antonio regaló a los asistentes una tirita, que los monaguillos fueron repartiendo entre la feligresía. Yo todavía guardo aquella tirita, como recordatorio de que si una tirita no es capaz de curar las heridas producidas por las divergencias ideológicas de los vecinos significa que el daño que sufren es grave; como poco de pronóstico reservado...
*MIGUEL DE ZURITA
( Alias el doctor de Alfaro)
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Nació en Mosqueruela a caballo entre los siglos XV y XVI
y casó con Ana de Casto.
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Padres del príncipe de los cronistas españoles
Jerónimo Zurita Castro.
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Ejerció la profesión en Alfaro
Fue médico de cámara del rey Fernando el Católico.
Luego también lo fue del emperador Carlos I de España y V de Alemania.
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Dejo diversas obras sobre: medicina, informes y consultas.
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15 de nero de 1519
La reina Doña Juana y su hijo el Emperador nombran médico de su cámara, con el sueldo de 37.000 maravedís, al Dr. Miguel Zurita, natural de Mosqueruela y padre del célebre cronista de Aragón del mismo apellido (Jerónimo Zurita).MT
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