Nuestra civilización tiene una
deuda contraída con la mujer desde su inicio. El burca, pero también la
clausura, el pañuelo a unas y el velo a otras. El pecado de escándalo, la impureza (sólo nació una mujer pura, la Virgen que lo fue antes del parto, en el parto y después del parto), religiosas que llevan el nombre de "Esclavas de Cristo", el harén (concubinas), los prostíbulos, etc., etc.
Los hombres deberíamos ponernos, aunque sólo fuese una vez, en la posición de
una mujer sojuzgada por esas estrictas normas religiosas o por el comercio carnal (trata de blancas). Es el momento de
romper, sin ambages, esa tiranía. Europa
y España han dudado a la hora de retirar taxativamente esas prácticas
esclavistas. Muchas veces se ha argumentado que formaba parte de una cultura.
Nada de eso. Si alguna vez lo fue hoy, a eso, no se le puede llamar cultura, si no
esclavitud. Una niña va con la cabeza descubierta, pero el día que tiene la
regla (menstruación) se le pone velo: ¡eso tampoco es cultura! Eso es sexismo (discriminación
por el sexo). Hay intelectuales que quieren hilar fino y se mesan las barbas y
argumentan lo indecible. No hay excusa posible. Recuerdo de niño la obligación
de las mujeres de entrar a misa con mantilla. Dónde ha quedado esa práctica y…
qué pedazo de cultura (tan enorme) hemos perdido... Nadie se acuerda de ello y
nadie quiere volver a esas cosas. No se si en la Edad Media tenían justificación
(que lo dudo) pero hoy día, rotundamente: ¡NO! En las siguientes fotografías
hemos querido hacer un ejercicio de aproximación y colocarnos en la situación
de una mujer con burca o enclaustrada. ¿Qué hombre aguantaría eso toda la vida? Sencillamente,
¡insoportable!
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