Mi hermana Manuela, que vive en la Coruña, me muestra a Pedra da Serpe en Ponteceso
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A PEDRA DA SERPE
(En a Costa da Morte)
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Hay muchos historiadores que
quieren “conciliar” la historia señalando el buen grado de entendimiento entre
diversos grupos humanos de diferentes culturas. La realidad es otra muy
diferente. Desde, al menos, los tiempos del hombre de Neandertal sabemos que
este no pudo unirse con el Homo Sapiens por la incapacidad mutua de
reproducirse (causa biológica). Pero además, desde siempre, el grupo humano culturalmente definido, ha sentido
el deseo de autoprotección frente al invasor… al desconocido (el extranjero siempre causa temor). En la Edad Media
los tres grupos culturales vivían separados en las ciudades por barrios. Generalmente,
excepto casos aislados, no se mezclaban en matrimonio y eso que vivieron juntos cientos de años. Cuando a principios del siglo XVII se expulsa a los moriscos no hay ninguna duda a la hora de su identificación, al igual que anteriormente con los judíos. Tal es así que, en la
actualidad, todavía se da esta separación tan radical con los gitanos. No, sin embargo, con los culturalmente
afines: españoles con sudamericanos o rumanos. Pocos son, sin embargo, los
matrimonios de españoles/as con marroquíes. Por todo ello, todas las culturas
han sentido temor al extranjero, al desconocido, al forastero. La mitología sin
embargo enmascara esta realidad en principio xenófoba, pero que era una forma
de autoprotección cuando el concepto de xenofobia todavía no tenía la lectura
actual. Efectivamente, tanto San Adrián como Santiago el Mayor, al llegar a
Galicia fueron recibidos, por serpientes. Ello significa que los naturales del
lugar rechazaban al forastero, como rechazaban, en principio, a todo lo
desconocido. Aquí las leyendas intentan enmascarar el tema señalando al santo
como la persona que libra a los naturales del país del peligro de la sierpe.
Ciertamente no tiene lógica ya que, las sierpes, vivían siempre con los nativos.
En esta ocasión, aquí en la Costa da Morte, el resultado del lance es clarificador.
La cruz clavada sobre la sierpe indica la victoria del recién llegado, el
triunfo de una nueva religión tras el primitivo rechazo al extranjero. Tanto es
así, tan cierta es la refractariedad con el extranjero que Santiago, en
Zaragoza y a las orillas del Ebro, pide consuelo y ayuda a la Virgen para que
le aliente dada la falta de resultados de su predicación. La Virgen, todavía en
carne mortal, llega a Zaragoza para dar consuelo al apóstol un dos de enero del año 40. No hay ninguna
referencia cierta de que Santiago estuviera en la Península Ibérica. Tampoco es
verosímil que la Virgen viniera a Zaragoza si no es creencia acogida a la luz
de la Fe. Lo que sí parece lógico y sensato es el rechazo de los nativos al
extranjero que llega. Así sucede en la historia verdadera, que íberos y celtas
luchan contra los romanos, contra el invasor. Los pueblos que más y mejor resistieron
a los romanos fueron las tribus que formaban los celtas de la Ibérica, desde Segeda a
Numancia. La razón era que tenían una mejor tecnología que los romanos. Sus
espadas eran capaces de cortar de un tajo el escudo romano.
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Sierpe
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A Costa da Morte
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La llegada del forastero, siempre causa temor.
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