Viña a la que se le ha efectuado la prepoda.
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LA PREPODA Y LA PODA
DE LA VID
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Llega noviembre a su fin y llegan,
también, las primeras heladas que anuncian el próximo invierno. Las hojas de la
vid, que han permanecido en la planta amarilleando y que debido al buen tiempo
no se han soltado, caen por fin al suelo dejando la cepa desnuda. Una vez que la
planta ha dejado definitivamente de vegetar, es el momento de la poda. Una
etapa que puede durar todo el inverno y, debido a ello, deja mucho tiempo para
su realización toda vez que el viticultor, ahora, no tiene tareas de bodega;
pues estas “faenas” las realizan en la cooperativa personal especializado. Si
el propietario tiene muchas viñas en espaldera (fundamental), suele hacer una prepoda con maquinaria, lo cual le
quita mucha mano de obra. Se trata de cortar los sarmientos a un palmo más o
menos de la cepa y de recoger los sarmientos también mecánicamente. Hasta aquí
ha llegado la técnica, luego habrá que “matizar” cepa por cepa, ajustado la
poda, dejando las yemas que interese y quitando los pulgares secos. Como ya hemos dicho en otras ocasiones
la poda es una especie de escultura que deja la cepa en las condiciones que
quiere el viticultor de cara a que, la producción, se dé de forma compacta para
facilitar la recogida, también mecánica, de la uva. Pasado el invierno, llegados
a mediados de abril con las viñas labradas, según zonas, la cepa ya habrá “movido”
y entonces ya no es conveniente podar. Más adelante se harán tareas de “derrayado”
y “despuntado” según convenga. El derrayado ya está (generalmente) en desuso.
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Así queda la vid tras la prepoda.
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Detalle de como queda la cepa tras la prepoda.
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Viña sin prepoda ni poda. Se pueden ver numerosos racimos que han quedado tras la vendimia mecánica.
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