Cuando era pequeño dejábamos la llave de casa puesta en la puerta. Nadie entraba a robar. Si alguien necesitaba algo, entraba lo cogía, lo usaba, y lo devolvía, sin más. Esto lo pueden corroborar, todavía, cientos de personas. Pero también, Franco, cuando quería castigar a alguien lo mandaba desterrado a Teruel. Por eso se dice que llegaba a Teruel llorando. Cuando pasaba algún tiempo y cumplida la pena volvía a Madrid, se despedía de sus ya amigos turolenses, llorando. Tan bien y buenos amigos le habían acogido en Teruel (también en los pueblos). De ahí viene una expresión que dice: A Teruel se viene llorando y se marcha llorando". Todavía queda algo de eso, y quiera Dios, que no se pierda.
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