POLANCO
FONTECHA, Fray Anselmo.
Obispo de
Teruel. (1881-1939).
Nació el día 16
de abril de 1881 en Buenavista de Valdavia (Palencia). Ingresó en el noviciado
agustiniano de Valladolid. La docencia y la formación ocuparon desde 1907 toda
su vida. En 1922 fue nombrado rector del Real Colegio Seminario de Valladolid y
cuatro años más tarde lo volvían a reelegir. A partir de entonces pasó
sucesivamente por los cargos de definidor (1929) y provincial (1932). Estas
tareas le depararon frecuentes y largas ausencias de España, que transcurrieron
fundamentalmente en Filipinas, Estados Unidos y América del Sur. La elevación
al episcopado de Teruel le llega en junio de 1935. El lema paulino “Me gastaré
y desgastaré por vuestras almas” fue leyenda en su escudo episcopal y norma de
su conducta.
El 19 de julio
de 1936, el teniente coronel de Infantería Mariano García Brisolara se sublevó
y cumpliendo órdenes del general Cabanellas, proclamó el estado de guerra,
quedando la ciudad incorporada al bando nacional. Al mes exacto de estallar la
guerra, el 20 de agosto, Teruel se ve amenazado por los rojos. Con mayor o
menor intensidad es una ciudad sitiada. Sabiendo lo que comprometía, escribió
en marzo de 1937 una pastoral que podía conceptuarse como anticipo de la
colectiva del episcopado español, a cuyo pie estampó su nombre en julio del
mismo año, firmando con ello prácticamente su sentencia de muerte. En Barcelona
la prensa roja vigilaba la actividad del obispo Polanco, considerada su
intrepidez apostólica como un bastión político de la resistencia.
El 7 de enero de
1938, los seis cuerpos de ejército rojos rompieron las defensas del coronel Rey
d’Hancourt, que se vio precisado a firmar la rendición. Al ser destruido por
las bombas el Seminario y el palacio episcopal turolense, fray Anselmo se
refugió en el monasterio de Santa Clara, donde fue apresado el 8 de enero de
1938. Lo trasladaron a Rubielos de Mora de donde partió con otros prisioneros a
la prisión valenciana de San Miguel de los Reyes, donde estuvo ocho días,
encontrándose con otros compañeros de hábito.
El 17 de enero
de 1938, ya sin hábito talar, lo hacen subir a un autobús de prisioneros que
parte de Valencia a Barcelona, donde lo encierran en el cuartel bajo el nombre
de Pi y Margall, habilitado en el convento dominicano de Montesión de la Rambla
de Cataluña de la Ciudad Condal. Está seis días, hasta que el 23 de enero se le
traslada a la que ha de ser su prisión definitiva, el “Depósito para
prisioneros y evadidos 19 de julio”, instalado en otro convento: el de las
Siervas de María, en la calle Enrique Granados cerca de la Plaza Letamendi.
Fray Anselmo fue el único de los doce prelados españoles cuya ejecución tuvo
como prólogo trece meses de cárcel. Ante la anuencia disimulada y tácita de los
guardianes, empezó primero por rezar el oficio divino y el rosario con los demás
presos.
Hacia el 30 de
agosto tuvo el consuelo de volver a celebrar la misa los domingos. El proceso
propiamente dicho contra el obispo de Teruel no se vio hasta septiembre, siendo
la principal acusación el haber firmado la carta colectiva del episcopado
español, redactada por el cardenal Isidro Gomá y Tomás, y hecha pública el 1 de
julio de 1937. Tras tres interrogatorios se mantuvo firme en su posición. El
Gobierno de Barcelona quería ahorrarse el escándalo de un nuevo asesinato
episcopal en las postrimerías de la guerra; prueba de ello fue la lentitud e
indecisión del proceso.
El año 1939 se
abre con malos augurios para los rojos de la ciudad de Barcelona, ya que la
caída de la urbe en manos de los Nacionales es irremediable.
El 23 de enero
de 1939 los presos fueron evacuados a Santa Perpetua de la Moguda en compañía
de los coroneles Barba y Rey d’Hancourt, el reverendo Felipe Ripoll, el
teniente coronel de Policía José Coello, otros cautivos procedentes de Teruel y
un grupo de italianos prisioneros de guerra. Desde entonces no tuvieron punto
de reposo, pasando en traslados sucesivos a Capdevanol, Puigcerdá, Ripoll, San
Juan de las Abadesas, Figueras y Can de Boach, en Pont de Molins.
El día 7 de febrero de 1939, un camión con 30 soldados mandado por el comandante comunista Pedro Díaz, jefe de una columna de las tropas de Enrique Líster , un comisario político, un teniente y varios subalternos, llegó a Can Boach entre diez y once de la mañana. Se hicieron con los presos y una vez maniatados los instalaron en un camión, y éste, con una primera expedición de 14, tomó la carretera de Les Escaules, para detenerse al kilómetro y medio, muy cerca del barranco Can Tretze, punto previsto para el fusilamiento. Funcionaron con rapidez las ametralladoras, y el piquete volvió a recoger otra expedición, esta vez de 26, cuyos componentes fueron igualmente acribillados junto a sus compañeros exánimes. Acercaron los cadáveres al cauce exhausto del Muga, los rociaron con gasolina y les prendieron fuego.
En este lugar,
en el año 1940 se levantó un monumento con la siguiente leyenda: “Caminante:
por aquí huyó la furia roja, dejando como huella de su paso cuarenta
mártires...Piensa en ellos con una oración. 7-II-39”.
El 2 de julio de 1994, el recién fallecido Papa Juan Pablo II, declaró mártir a Fray Anselmo Polanco.
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