En el centro del delta del río Llobregat está el aeropuerto de El Prat.
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Nos subimos a lo alto del la sierra del Garraf para ver el delta en perspectiva. Aunque el
día estaba nublo pudimos apreciar en
su conjunto el enorme desastre que esta, antes fértil vega en la desembocadura
del río Llobregat, ha padecido y sigue padeciendo. El delta está atravesado por
un buen número de vías de comunicación: caminos, carreteras. autovías y autopistas,
línea férrea, un lago artificial y, sobre todo, el gran impacto físico y medioambiental de Mercabarna, de Zona Franca, del puerto marítimo y del aeropuerto de Barcelona.
Cuando bajamos al pie de la montaña y recorrimos en coche, y luego en tren de cercanías
el aluvial desde Casteldefels hasta Barcelona, observamos que la degradación del
sistema fluvial era total. Encontrará el viajero, no sólo urbanizaciones en
todos sus confines, sino que abundan las fábricas, los almacenes y los
depósitos de fluidos contaminantes. Sin embargo, el delta crece en urbanismo y
habitantes y hasta aquí llegan numerosas familias buscando un entorno vegetal y natural
más atractivo ya que Barcelona ha agotado además su suelo urbano. Este es un modelo de
desarrollo agotado y que puede dar en quiebra en cualquier momento. Pero, nada
parece cambiar, ni existen planes que traten de evitar un futuro más que incierto.
Hospitalet, San Boi, Gavá, Viladenans, Casteldefels… son municipios bien comunicados que
crecen como área dormitorio de Barcelona, pero que han llegado a ese punto en
que los inconvenientes crean más problemas que el bienestar. La falta de
recursos hídricos, el precio de la vivienda y el colapso en las comunicaciones puede crear graves
problemas. El delta, un espacio antes singular, ha terminado totalmente
colonizado por el hombre y su ansia depredadora. Aquí se muestra el error de
llevar toda la industria a Barcelona y dejar al resto del país vacío. Todo en
la vida tiene un coste.
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La playa de Casteldefels.
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Puerto deportivo.
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