Calvario de Jarque de la Val, simplicidad y serena belleza.
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LOS CALVARIOS
SALVADOS
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Calvario
o Gólgota es el nombre dado al monte o colina a las afueras de Jerusalén donde
tuvo lugar la crucifixión de Jesús. En Aragón y áreas de influencia cultural, es donde estos
singulares monumentos alcanzan todo su esplendor y espectacularidad. El peirón,
la puerta ermitorio y el calvario, son monumentos genuinamente aragoneses que
debemos preservar y restaurar.
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“La
gente impidió que el Calvario fuera incendiado (tiene unos cipreses viejísimos,
preciosos), o que fueran destruidos gran parte de los objetos religiosos de los
edificios que hay en él. Esto quiere decir que hubo un cierto buen sentido.”
(Eloy Fernández Clemente. El Bajo Aragón Expoliado. Deiba, Zaragoza, 1977,
p. 60).
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Resulta
altamente llamativo leer hoy día estos “comentarios” de Eloy y no sentir un
punto de sorpresa o desdén. Plantear que la invasión del Aragón Oriental (1936)
fue algo cuasi democrático, que los culpables de los desmanes son los propios
naturales del País y sus ancestrales rencillas es, simplemente, “enternecedor”.
Frases como “La gente impidió que el calvario fuera incendiado” nos advierten
que algo no funciona en el esquema de la descripción histórica de Eloy o que se
ocultan datos. ¿Se incendió la iglesia con el beneplácito de la población? ¿De
toda la población? Se quemaron los archivos parroquiales, ¿también, con la
aquiescencia de la población? Hasta aquí podía llegar el odio a los curas, pero
¿qué pasa con los archivos municipales, con los registros de la propiedad? Nadie en su sano juicio piensa en hacer
desaparecer su propia identidad y la de los bienes que posee. ¡No somos nadie y
no tenemos propiedades! tal parece ser la conclusión de esta genuina revolución. Sin embargo
Eloy encuentra “cierto buen sentido” al no quemar el monte dado que había unos
“cipreses viejísimos, preciosos”. Así que, esas gentes que venían desde
Cataluña y los que desde aquí les apoyaron, tenían una sensibilidad a flor de
piel con los árboles. Sensibilidad que no alcanzaba a la obra de arte ni al
género humano al que fusilaban sin piedad. “Visto desde el bando rojo” como él
dice o desde cualquier bando, incluso el más neutral, aquello no tiene ninguna
disculpa. Venir a hacer la revolución a pequeños pueblos, ahora prácticamente
deshabitados, donde era imposible la autarquía y que sin recursos externos el
camino es y era la desaparición, fue un despropósito mayúsculo. Gran parte de
la riqueza acumulada a lo largo de los siglos estaba “invertida” en edificios y
objetos sagrados. Eso puede verse en lugares como Aliaga, donde lo poco que
quedó, ha servido para exhibirlo en exposiciones internacionales. Lugares donde
al turista apenas se le puede ofrecer un patrimonio cultural que no va más allá
de las cuatro paredes de la iglesia lisa y lasa. Este parece ser nuestro
destino, hacer y deshacer. Pero en este periodo en el que vivimos ahora, que es
el de HACER, no sembremos la duda ni la interpretación falaz. Hay que condenar
sin paliativos aquellos excesos y velar porque no se repitan nunca más. ¡Jamás!
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Espectacular calvario de La Fresneda.
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Franco
murió en noviembre de 1975 y en el verano de 1976 ya estaba constituida Deiba
(Defensa de los Intereses del bajo Aragón), en Teruel se le llamó DEIBA-TE. Rufino
Foz del Cacho presidió Deiba-te y fue senador. Luego, con el paso de los años
todas estas gentes se acomodaron en el sistema y han acabado pidiendo que no se
quiten las centrales, ni los pantanos... Que se queme el carbón de Teruel (un
lignito de bajo poder calorífico y muy contaminante). Exactamente todo lo
contrario que pedían. Pero, eso sí, nunca dijeron nada del expolio realizado en
el Aragón oriental durante la Guerra Civil (36-39). La derecha española está
muy cómoda con esta izquierda tan acomodaticia.
Empedrado en el calvario de La Fresneda.
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