Ha proliferado sobremanera en Aragón el mito del “bandolero bueno”, una especie de Robin Hood monegrino que robaba a los ricos para ayudar a los pobres. Todo ello pasó por la admiración del cubano José Martí que les dedicó unos versos que dicen así:
Y si un alcalde lo aprieta
o lo enoja un rey cazurro,
calza la manta el baturro
y muere con su escopeta.
El tema fue a más y en la pasada Guerra Civil (36/39) se pusieron en práctica, en el Aragón oriental, las llamadas “Colectivizaciones o Colectividades” bajo el Consejo de Aragón, un organismo creado por la II Republica española. Organismo que finalmente la república tuvo que suspender ante el complejo y disparatado mundo que supusieron las “colectividades”. En realidad, pronto empezaron a acuñar moneda y a repetir el modelo que querían destruir. Todo esto es típico de las revoluciones románticas que pretenden destruir de raíz las sociedades viejas para, sobre sus cenizas, construir otras sociedades justas, pero de nueva planta. La raíz de este proceso son las palabras de Goethe cuyo efecto real fue acabar con las viejas monarquías y dar ascenso a las burguesías nacidas del rico tráfico de las colonias en el siglo XVIII. Nunca fueron más honestos los burgueses que los reyes. Y allí donde el proletario sustituyó a los zares/reyes dio monstruos tan temibles como Stalin.
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