La
luna brilló en el cielo
aquella
noche callada,
arrojando
a los viñedos
la
sangre de los franquistas
en
dinamita engastada.
Sangre
roja sobre el lodo,
sangre
de sangre manchada,
sangre
sobre los cañones,
sangre
sobre las cañadas.
La
ira de los franquistas
el
alcalde domeñaba
avisando
por las noches
los
fusiles de la albada**.
*
RELATO IMAGINARIO
La guerra no
iba bien… no iba bien. En la 2ª Brigada Mixta de Jesús Martínez de Aragón todo
eran rumores y la febril actividad a que eran sometidos los soldados no impedía
que la moral decayera día a día. Los altavoces emitían continuamente música
militar, consignas y canciones populares republicanas. De vez en cuando se suspendía la música
y todo el mundo quedaba atento en espera de recibir alguna noticia importante o
alguna orden en concreto. En esta ocasión, la voz sonó seca y contundente. Era
preciso que se presentara inmediatamente ante el Jefe de la Brigada Mixta algún
soldado natural de Encinacorba o pueblos adyacentes. Dio la casualidad de que,
efectivamente, había un soldado republicano natural de la villa de Lagasca que
como movido por un resorte acudió inmediatamente al puesto de mando, tal como
se indicaba en las ordenes radiadas.
El soldado se
presentó y saludo militarmente a un capitán que esperaba en la puerta de la
tienda de mando. Mi capitán –dijo, yo soy de Encinacorba. El capitán, sin más
preámbulos lo hizo pasar al interior. Comprobada la identidad del soldado se le
indicó cual había de ser su misión aquella noche decisiva.
Franco está
fortificando el frente de Teruel y transporta gran cantidad de material bélico
por la línea que une Caminreal con Zaragoza. Esta noche hay luna llena y ya no
podemos esperar más. Tenemos que actuar inmediatamente. ¿Conoces bien el
terreno? -Sí mi camarada general, dijo el soldado. He nacido y vivido siempre en esa
villa. ¡Estupendo! –exclamo. Se trata de colocar dos bombas con temporizador en
el puente conocido como “Las Seis Arcadas”. ¿Sabrás llevar a un pelotón de
especialistas que está ya preparado? Desde luego, contestó el de Encinacorba.
Salieron a
media tarde y al caer el sol ya habían llegado a Paniza. Pronto se hizo de
noche y la luna salió sobre sus espaldas facilitando la marcha y evitando las
numerosas zarzas y maleza que ocupaba campos y caminos. Atravesaron el Monte de La Prisca y enderezaron por los Lomazos. Al llegar a Carralamata encontraron la
vía del tren. Desde ahí en adelante todo fue más fácil, sólo había que seguir
los raíles que brillaban como acero vivo por efecto de la luz de la luna.
Una vez sobre
el puente de Las Seis Arcadas dejaron hacer su trabajo a los especialistas que
colocaron, debajo de los raíles, dos potentes bombas. Luego, el pelotón se
retiró siguiendo la misma ruta que a la ida. Ya estaba la luna en su cenit y
brillaba contundentemente sobre la villa. El pelotón de vuelta había alcanzado el puerto
de Paniza. Miraron el reloj y esperaron un instante. La primera de las bombas
explosionó con una contundencia total. Sonaron las sirenas en la villa. Sonaron
también las campanas de la iglesia y los soldados que estaban de descanso, iniciaron
una frenética carrera hacia el puesto de mando nacional.
Inspeccionaron
la línea y vieron como el puente se había cortado en dos mitades. La alarma
cundió. La línea básica de abastecimiento al frente había quedado rota. Pronto
llegaron los equipos de pontoneros a resolver el desaguisado.
Mientras, los
republicanos abandonaron el puerto sabiendo que su actuación había tenido éxito.
No obstante, esperaban que la segunda parte del plan se cumpliera con la misma eficacia.
Ya habían
pasado seis horas desde que oyeran la primera explosión y desde Cariñena subían
material por la línea férrea para reparar el puente. La actividad era febril y
los mandos apremiaban, para que a la llegada del siguiente tren la línea
estuviera de nuevo en funcionamiento.
Sin embargo,
lo que nadie esperaba era que un segundo artefacto explotara en el momento en
que los pontoneros estaban tratado de habilitar el puente lanzando amarres y
vigas de hierro de un lado al otro.
La sorpresa
fue mayúscula. La línea quedó definitivamente cortada aquel día mientras se
retiraban los muertos y se inspeccionaba con más atención todo el trazado. La
segunda había sido una bomba trampa que dejó desolados a los soldados de la
compañía de pontoneros.
Sin embargo,
la lucha continuaba y para el día
siguiente el tráfico debería estar en total normalidad. Se reforzaron los
equipos y se reparó provisionalmente la línea.
Los
suministros volvieron a llegar a Teruel, lugar donde se dio la segunda batalla
más importante de la Guerra Civil. Treinta y cinco mil fueron los muertos que
se contaron y hasta quince mil los desaparecidos. Los trenes volvieron a pasar
cargados con miles y miles de bombas y pertrechos militares.
Debajo de Las
Seis Arcadas, todavía pueden verse los restos del material arrojados por las
explosiones. Sobre enormes bloques de cemento, crecen hoy las gabarderas y que así sea eternamente.
** El alcalde de Encinacorba avisaba a los "rojos" para que abandonaran el pueblo y de esa manera evitar que fueran fusilados.
** El alcalde de Encinacorba avisaba a los "rojos" para que abandonaran el pueblo y de esa manera evitar que fueran fusilados.
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