PRACTICANTE AUTORIZADO PARA LA
ASISTENCIA A PARTOS NORMALES
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Los avances en la enseñanza y por
supuesto, en la ciencia, ha sido muy
lentos en España y por extensión en el mundo. Por poner un ejemplo clarificador,
desde el imperio romano hasta el siglo XX, no se hizo en la actual provincia de
Teruel un camino (semejante a un avía romana) con capacidad para un vehículo de
un eje. La primera carretera que se construye es a comienzos del siglo XX de Teruel a Cuenca, el resto, eran caminos de
tierra (sobre calzadas romanas y llamados Caminos Reales) y sobre todo de herradura.
La educación nace como instrumento
religioso para la formación de presbíteros. Las Universides, se ocupan
principalmente de las Letras y de la Filosofía, de la Ética, de la Moral, de la Teología… No será hasta el Siglo de las Luces cuando
aparezca la Ilustración que más
tarde se convertirá en Instrucción y
finalmente en Educación. A mediados
del siglo XIX se dicta la Ley Moyano que establece la enseñanza universal y gratuita.
El siglo XIX trajo, también, la preocupación
por la higiene y la salud pública dictándose las primeras legislaciones ya en
el Trienio Liberal. Uno de los problemas que acuciaban (pandemias aparte) era la alta tasa de
mortalidad infantil en el parto y tras el parto. Históricamente la asistencia
al parto había sido una cosa de mujeres, de tal manera que en cada pueblo había
una mujer, La Partera, que era la
encargada de estos menesteres.
La necesidad de formar profesionales
en esta materia ocasionó que fueran hombres los primeros “profesionales”
formados para este menester y a los que se llamó Practicantes. Hay que tener en cuenta las limitaciones que se
ponían, entonces, a las mujeres para salir de casa. El título tuvo éxito y
hasta no hace mucho, aún se llamaba así en algunos casos. Practicante
es la persona que luego pasó a llamarse Ayudante
Técnico Sanitario y, en la actualidad, Enfermero.
En origen, el enfermero era el
barbero del pueblo. Este, además del aseo de sus clientes se ocupaba de sacar
las muelas, de los tumores, de las heridas, pócimas, lavativas, sanguijuelas y un
sinfín de cosas más. El de los médicos era, en muchas ocasiones, un servicio
que no podían pagarse los clientes.