"Los hechos que
se relatan en este documento constituyen el fin de la Guerra de las Comunidades
que se inició en la primavera de 1520 con el levantamiento de algunas de las
principales ciudades castellanas contra los gobernantes extranjeros designados
por Carlos I.
Las causas del
enfrentamiento fueron variadas y complejas. Desde que murió Isabel la Católica,
la situación política era muy inestable en Castilla: su hija, Juana, que era la
sucesora, reinó por poco tiempo ya que la declararon incapaz por locura. El
reinado pasó a su marido Felipe el Hermoso y, al morir éste, al hijo de ambos,
Carlos I, que estaba en Flandes.
El nuevo rey
trajo consigo un gran número de nobles y clérigos flamencos, apenas sabía
hablar castellano y, además, empezó a hacer peticiones de dinero para apoyar su
elección como Emperador. Cuando el 20 de mayo de 1520, abandonó el territorio
hispano para ser nombrado Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, dejó
como regente al cardenal Adriano de Utrecht. El levantamiento comunero no tardó
en cobrar fuerza, primero entre ciudades como Toledo y Segovia, a las que se
fueron sumando otras como Zamora, Toro, Madrid, Guadalajara, Ávila, Salamanca o
Burgos. Durante el verano de 1520, sobre todo tras el incendio de Medina del
Campo por las tropas imperiales (como se llamó al ejército real), muchas otras
ciudades se sumaron a la rebelión y se generalizó el movimiento en los núcleos
rurales. La insurrección se radicalizó y se convirtió en una rebelión
antiseñorial que produjo la división interna de los grupos burgueses que
sustentaban la protesta.
Después de un año de luchas, el 23 de abril de 1521, las tropas comuneras y las imperiales se enfrentaron en la batalla de Villalar. Allí, el ejército comunero quedó destruido y sus líderes, Padilla, Bravo y Maldonado, fueron ejecutados."
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
Juan
Bravo
Biografía
Bravo, Juan.
Atienza (Guadalajara), c. 1484 – Villalar (Valladolid), 24.IV.1521. Político y
militar.
Nació en
Atienza, donde su padre —Gonzalo Bravo de Lagunas— era alcaide; su madre se
llamaba María de Mendoza y era hija del conde de Monteagudo, por lo tanto,
sobrina del gran cardenal Mendoza, de modo que, por parte materna, Juan Bravo
era primo de María Pacheco, la mujer de Padilla. Conviene notar además que el
obispo Acuña era sobrino carnal de Antonio Sarmiento, el segundo marido de
María de Mendoza, por lo que había alguna suerte de parentesco entre Bravo y
Antonio de Acuña. El 5 de mayo de 1499, la reina Isabel le nombró contino de su
casa con cuarenta mil maravedíes de ración y quitación en cada año. En 1504
aparece ya avecindado en Segovia, donde, el año siguiente, se casa con Catalina
del Río, hija única de Diego del Río, regidor de Segovia, y de Isabel de
Herrera.
Fruto de este
primer matrimonio son tres hijos: Gonzalo Bravo del Río, que, en 1521, estudia
en Salamanca, Luis Bravo y María de Mendoza. Habiendo quedado viudo, Juan Bravo
contrajo segundas nupcias, en 1519, con María Coronel, hija de un regidor de
Segovia, converso, mercader acaudalado, Íñigo López Coronel.
De este segundo
matrimonio nacieron dos hijos: Andrea Bravo de Mendoza y Juan Bravo de Mendoza.
En virtud del
contrato, Íñigo López Coronel cedió todos sus bienes a Juan Bravo “con tal
condición que los hereden los hijos del dicho Juan Bravo y de la dicha María”;
entre esos bienes figura el privilegio del servicio y montazgo de que es
titular Íñigo López Coronel, quien renuncia también en Juan Bravo al regimiento
que tenía en la ciudad de Segovia. Cabe destacar que Íñigo López Coronel
también participó activamente en el movimiento comunero de Segovia y fue por
ello exceptuado del perdón general de 1522.
Juan Bravo
inició su carrera política en junio de 1516, en La Rioja. Fue uno de los
capitanes nombrados por el cardenal Cisneros, a la sazón regente del reino,
para reclutar la llamada gente de ordenanza, un cuerpo armado que estuviera al
servicio exclusivo de la Corona. La oposición de la alta nobleza consiguió que
el proyecto se desechara. Este fracaso debió de empujar a Bravo, como a otros
seguidores de Cisneros, a formar parte de la oposición al nuevo Rey y a los
grandes.
Después de las
Cortes de Santiago-La Coruña (1520), como regidor de Segovia, fue uno de los
que levantaron a la ciudad en armas contra la política de Carlos I y provocaron
la muerte del procurador en Cortes de Segovia, Tordesillas. Para castigar aquel
desacato a la autoridad y acabar con la sublevación segoviana, el virrey
Adriano de Utrecht ordenó al alcalde Ronquillo marchar contra Segovia al frente
de una pequeña tropa, que pronto fue reforzada por el ejército real de Antonio
de Fonseca.
Ante el peligro
que se le venía encima, la ciudad formó una milicia cuyo mando se confió a Juan
Bravo. En julio de 1520, el mismo Juan Bravo acudió en persona a Toledo para
pedir socorro contra la tropa del alcalde Ronquillo y la que amenazaba enviar
Antonio de Fonseca, “diciendo que pues ellos [los de Toledo] les habían puesto
en que se levantase la dicha ciudad de Segovia, que les socorriesen”. Durante
el verano de 1520, Juan Bravo fue, junto a Juan de Zapata (capitán de Madrid),
Juan Padilla (de Toledo) y Francisco de Maldonado (de Salamanca), uno de los
caudillos más caracterizados de los comuneros; derrotó a las fuerzas imperiales
y, el 24 de agosto, entró en Medina del Campo con los otros capitanes
sublevados. En los días siguientes, las huestes comuneras se apoderaron de
Tordesillas y, el 29 de agosto y el 1 de septiembre, los capitanes comuneros
celebraron varias entrevistas con la reina Juana.
Juan Bravo
siguió al frente de la milicia de Segovia durante toda la Guerra Civil.
Conquistó Zaratán y Simancas en 1521, mientras Juan de Padilla entraba en
Torrelobatón el 25 de febrero. El 23 de abril de 1521 fue hecho prisionero en
la batalla de Villalar y decapitado en la plaza pública de Villalar al día
siguiente. Según una tradición muy arraigada, Juan Bravo protestó al oír que a
los tres capitanes se les mandaba ejecutar por traidores; en aquella ocasión,
Padilla le dijo: “Señor Bravo, ayer era día de pelear como caballero, hoy es
día de morir como cristiano”. El mismo Juan Bravo solicitó morir el primero por
no ver cómo Padilla subía al cadalso. Juan Bravo, como Padilla y Francisco
Maldonado, fue enterrado en la iglesia de Villalar, pero, ya el 18 de mayo, una
cédula autorizó a Jerónimo de Frías a exhumar su cuerpo y trasladarlo a
Segovia, lo que se realizó en los primeros días de junio de 1521, un domingo
que podría ser el 2 o el 9. Según el relato que ha dejado el corregidor Juan de
Vozmediano, el acto fue motivo de un sonado tumulto. Los padres políticos de
Bravo, tanto la familia de su primera mujer, los del Río, como la familia
Coronel, así como sus partidarios políticos —todos “gente de poca suerte”,
escribe el relato—, pretendieron dar a los funerales el carácter de un homenaje
solemne rendido al defensor de la comunidad.
El cortejo
fúnebre realizó un largo recorrido por los arrabales de la ciudad antes de
llegar a la iglesia de Santa Cruz, situada extramuros, donde iba a celebrarse
la inhumación. Al frente del cortejo marchaban hombres que llevaban crucifijos,
miembros de cofradías vestidos de luto y con antorchas en las manos. Por todas
las calles corrían muchachas y mujeres pobres con los cabellos revueltos que
lanzaban gritos de dolor: “Doleos de vos, pobrecitos, que éste murió por la
comunidad”.
Una multitud
numerosa seguía el cortejo emocionada y dispuesta a manifestar su furor. Uno de
los espectadores habría sido despedazado por haber gritado: “Mirad cuál traen
este traidor”. Gonzalo de Herrera, yerno de Vozmediano, no pudo reprimir su
cólera y los hombres que había reunido bajo su mando en previsión de un posible
tumulto arremetieron contra el cortejo, provocando una dispersión general. El
corregidor envió patrullas por calles y arrabales y consiguió restablecer la
calma. Al día siguiente, los contrarrevolucionarios que se sentían en minoría
formaron un bloque compacto en torno al corregidor y juraron ante la cruz
olvidar sus diferencias y prestarse socorro mutuamente. Pudieron contar con la
ayuda de un poderoso aliado en la persona del conde de Chinchón, llegado a la
ciudad durante estos acontecimientos. El jueves siguiente, la victoria de las
autoridades se afirmó con la ejecución de dos de los responsables de la
organización de la ceremonia, que murieron en la horca.
Vozmediano acabó
solicitando con vehemencia que se expulsara de la ciudad a la mujer y a los
parientes de Juan Bravo, ya que una fracción del pueblo —“algunos menudos”—
demostraba gran afecto hacia ellos.
Los hijos que Juan
Bravo tuvo de su primer matrimonio intentaron, en mayo de 1523, recobrar por lo
menos parte de la herencia paterna o de lo que quedaba de ella, ya que decían
que su padre la dilapidó porque “era muy liberal y gastador”. La viuda de Juan
Bravo, María Coronel, apoyada por su hermano, el maestro Pablo Coronel, reclamó
asimismo y obtuvo la dote de su madre el 10 de octubre de 1523.
Bibl.: J.
Maldonado, El Movimiento de España o sea Historia de la revolución conocida con
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Joseph Pérez