Cada día nos despertamos con una noticia que hace buena la del día anterior. Noticias que nos saturan y agotan las esperanzas de salir pronto de la pandemia en el tiempo de las prisas y de lo inmediato. Nos han acostumbrado a obtener todo a golpe de "clic" y ahora resulta que el botón del "clic" no funciona y los parámetros son otros. Pasamos de la psicología conductista a la psicología de las emociones y ahora nos damos cuenta lo costoso que resulta modificar una conducta cuando lo que priva es el capricho o el deseo. En los sistemas dictatoriales la conducta se modifica con castigos pero, en los sistemas democráticos, el coste en vidas humanas es aterrador. Es el caso de mi vecino de mesa en la terraza del bar. No lleva mascarilla porque tiene un problema respiratorio pero, sin embargo, no para de fumar. Resultado, pues que hace lo que le da la gana, perjudicando al resto de la gente. Por esa razón no queda otro remedio que hacer confinamiento voluntario, dada la falta de responsabilidad de mucha gente.
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