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miércoles, 28 de octubre de 2015

Octubre2015/Miscelánea. TRAS LA BATALLA DE TERUEL... UNA CULTURA DE QUIOSCO.

 UNA CULTURA DE QUIOSCO
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Durante la posguerra,  la ciudad de Teruel se consolidó como ciudad de funcionarios. Para que las oficinas funcionaran eran necesarias, las imprentas (Perruca, Balmes, García, Martínez...), los encuadernadores (Guillén) y las librerías (Perruca, Escolar, Sánchez...). Para el ocio del funcionario las novelas de Marcial Lafuente Estefanía y para sus hijos: El Jabato, El Capitán Trueno, Titín, Roberto Alcázar y Pedrín, El TBO...  Por ello y, sin lugar a dudas, el lugar más frecuentado por los habitantes de la ciudad era el quiosco. Para los más intelectuales estaba la revista “Teruel” del IET y los folletones con obras clásicas y modernas.
Los quioscos que recordamos eran por este orden: “Dominguín” en la calle Ainsas, frente al bar Majico. El de Lezana, (un señor con chapela y germanófilo) que primero habitó la calle Santa María y luego en las escaleras de la Amargura. Enfrente a la Amargura, en plena calle de San Juan, estaban los “Hermanos Sabino” que entre otras cosas “alquilaban novelas”. En la plaza del Torico se instalaron los Royo, una saga que perdura en la actualidad. Para terminar, al inicio del Viaducto, en el lugar que ahora crece una acacia, estaba “La Tropela” que vendía el tabaco por unidades (cigarrillos). Luego, en el paseo del Óvalo, estaban las quiosqueras que vendían a los estudiantes del Ibáñez Martín, cacahuetes, altramuces, membrillos, caramelos…
Pero, los turolenses, también gustaban de las obras clásicas de la literatura universal como mostramos en estas portadas que colocamos a continuación y cuyo precio no llegaba (alcanzaba) nunca la peseta.
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