Autor: Autor Anónimo
Fecha: Siglo XVIII
Material: Óleo sobre lienzo
Museo: Museo Pedro de Osma de Lima
En la pintura hispanoamericana los rasgos propios aparecieron a finales del siglo XVII y tuvieron un amplio desarrollo a través de la obra de diferentes pintores, como los que se agrupan bajo la denominación escuela cuzqueña. Frente a la pintura culta de Lima, en el Cuzco se produce una intensa actividad de diversos talleres que llevan la pintura hacia una dimensión propia, con un marcado acento popular.
Pio Moa
En su famosa frase quería sintetizar Menéndez Pelayo la esencia y la tradición propiamente españolas. Pero eso solo puede considerarse verdad en el siglo XVI y parte del XVII, cuando el protestantismo suscitaba contiendas civiles e internacionales por Europa y el Imperio turco constituía un peligro inminente. Entonces no solo tenía ello mucho sentido, sino que España pudo cumplir ese papel, extremadamente difícil y más para un país que no era el más rico ni poblado de Europa, porque gozaba de un impulso cultural o espiritual extraordinariamente fuerte, tenía la mayor proporción de universitarios de Europa y era probablemente el país europeo con un pensamiento más liberal en muchos aspectos.
Pero a lo largo de los siglos siguientes, ese impulso decayó profundamente. El catolicismo español desde la segunda mitad del siglo XVII tiene en rigor muy poco que ver con el anterior. Los dogmas son los mismos, pero el impulso espiritual casi ha desaparecido y el anterior estilo abierto y combativo cedió a un anquilosamiento cultural con pretensiones de tutela clerical sobre la sociedad, intelectualmente pesado y sin ideas nuevas, sumido en una defensiva oscura, a menudo cerril… No habría sido la luz de ningún Trento. De modo correspondiente, la enseñanza superior cayó casi en picado y se creó una repulsión hacia “la peligrosa manía de discurrir” y hacia cualquier novedad. Esta es otra tradición católica española, que sigue manteniéndose en gran medida, y que no fue superada, sino todo lo contrario, después del Concilio Vaticano II, que en el ámbito hispano produjo monstruosidades como la “teología de la liberación”, cosa fina desde el propio nombre. Actualmente, la enseñanza religiosa apenas difiere del adoctrinamiento progre-socialista. Todo un síntoma.
Los que invocan algo parecido a la frase de Menéndez Pelayo suelen identificarse en realidad con la segunda tradición, y además ignoran los cambios históricos. Su mayor contribución teológico-filosófico-política es el descubrimiento de la clave del mal en la masonería. Pretender hoy que la esencia de España es el catolicismo, como si no pudieran ser españoles, o lo fueran solo de modo incompleto, quienes no profesaran esa religión, solo puede conducir a un mayor declive del catolicismo y a un mayor auge de las tendencias anticristianas. Y, por supuesto, a debilitar a España. Como el resto de Europa, España tiene en el cristianismo la raíz viva, o todavía viva, de su cultura, pero la cuestión no puede presentarse como en el siglo XVI, y los no creyentes, aunque reconozcamos el carácter católico de la cultura hispana, tenemos los mismos derechos políticos que los creyentes.
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