EL REY, LA NOBLEZA, EL CLERO Y
EL PUEBLO LLANO
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La heráldica comienza a desarrollarse
entre los siglos XII y XIII, aunque anteriormente ya existían elementos
diferenciadores entre los caballeros. La heráldica se ciñe pues, a los reyes, nobles
y estamentos eclesiásticos que dibujaban en sus escudos elementos
diferenciadores y que aludían generalmente
a alguna de sus hazañas. El rey, la
nobleza y el clero se preocupaban de pintar sus “armas” en sitios visibles y
determinantes que hicieran valer con ello, sus privilegios.
A comienzos del siglo VIII comienza
la Reconquista y con ella un orden social que perdurará durante muchos siglos.
Junto al rey nacen dos gestores sociales: la Nobleza y la Iglesia. Todos ellos
encargados de luchar por la fe católica y por recuperar un territorio que
consideraban propio. El rey dará a la nobleza poder político, tierras y exención
de impuestos. A cambio los señores feudales deberán acudir con sus armas y con
su gente cuando fueran convocados por el
rey. El clero, además de recibir numerosos territorios y prebendas se encargaba
de cobrar los impuestos con que financiar la guerra (diezmos y primicias).
Terminada la reconquista en 1492,
casi nada cambió. La Iglesia siguió cobrando los impuestos (ya los cobraba para los moros) y los nobles
conservando su poder económico, pero, con Fernando el Católico pierden poder
político. La Edad Moderna mantendrá el nuevo statu quo hasta a Edad Contemporánea.
En la Edad Contemporánea la Iglesia
deja de cobrar los Diezmos y Primicias y los nobles deben empezar a pagar
impuestos. Sin embargo, estos dos estamentos todavía siguen participando de
numerosos privilegios derivados de su poder económico acumulado durante siglos.
Este poder de la nobleza se
manifiesta en los escudos nobiliarios. Tanto el rey como los nobles realizan
matrimonio de conveniencia con el fin de aumentar su patrimonio. El pueblo
llano tratará de imitarlos con las capitulaciones matrimoniales, pero ni desde
lejos llegara alcanzar el poder de los nobles. Un ejemplo de la acumulación de
poder es la casa de Alba.
Aquí en Teruel, a pequeña escala, vemos esa acumulación de títulos de nobleza y de posesiones reflejada en el
escudo de armas de los marqueses de la Cañada-Ibáñez. En el palacio de la plaza
de Fray Anselmo Polanco se muestra en la portada el escudo señorial suma de las
sucesivas adiciones y enriquecimiento de la casa. También, el palacio absorbió
a otros adyacentes, así en el lateral de palacio que da a la calle San Miguel hay dos portales de
otros dos palacios: El palacio de los Pérez Arnal y el palacio de los Marcilla.
El patrimonio en una casa o en una población
puede aumentar o disminuir, según los casos. La gente era celosa de la pérdida
de patrimonio. Hay una singular figura en los pueblos turolenses que se llama: “pagar
la manta”. Esto sucedía cuando un forastero lograba echarse novia en un pueblo
que no era el suyo. Los mozos del lugar de la novia veían amenazadas sus
expectativas de un posible
enriquecimiento con los bienes de la novia, que de seguir así irían a parar a
manos de un forastero. Si el forastero, finalmente, no era disuadido de seguir
con el noviazgo era instado a pagar un peaje.
Este pago de la “manta” no resarcía las expectativas de ganancia, pero incorporaba de facto, al forastero, al espacio emocional común de los vecinos. Otro hecho, ahora en desuso, es el casamiento entre parientes o endogamia practicad desde la nobleza hasta el pueblo llano.