EL LIBRO DE PAPEL
Hay quien, hace un tiempo, no muy
lejano, auguraba el final del libro de papel y consiguientemente el de las
librerías. Sin embargo, viendo lo que se publica y lo que se exhibe en los
escaparates de las librerías, da la impresión de que hay un boom en el sector.
Sin embargo, soy de los que opino que, el creciente repunte, si es que lo hay,
se debe a los viejos lectores, a aquellos que vienen enganchados de antes de la
revolución tecnológica del móvil. Lo cierto es que veo más jóvenes con móvil
que con un libro en la mano o en el bolsillo. Lo que sí ha disminuido en Teruel
son las imprentas, sobre todo las que tenían más actividad en tarjetones,
tarjetas de visita, membretes de cartas y sobres, etc. Aquí el Wasap si que ha arrasado. También han
cambiado otras formas sociales como la visita de presentación o de cortesía con
la entrega de la correspondiente tarjeta. Me decía Cristóbal Navarro (¡que buen
obispo hubiera hecho!) que el nuevo párroco de Santa Emerenciana, sí que había
hecho las visitas protocolarias, entre ellas a las demás “iglesias”
establecidas en el perímetro que abarca su parroquia.
Leer y escribir, vale. Pero lo que
preocupa hoy día es el analfabetismo funcional. Ese que nos impide entender lo
que leemos, relacionarlo y sacar conclusiones válidas. De esto se aprovechan
algunos políticos para mandar mensajes equívocos. Y, de esto y de sus
consecuencias, hay materia para escribir varios tomos. Pero no es aquí el caso.
Volviendo al libro de papel y
revisando las librerías infantiles, es impresionante la cantidad y la calidad en
las ilustraciones de los libros dedicados hoy a los niños. ¿Y, el precio? Yo nunca
he mirado el precio de los libros. Todos me parecen baratos. Todos (o casi) te enriquecen.