VILLARLUENGO
(Iglesia de la Asunción)
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Es una monumental iglesia construida
con mampostería y tres naves, la central cubierta con bóveda de medio cañón con
lunetos. La fachada principal con las dos torres está a los pies del templo y
entre ambas tiene un hastial con pretil mixtilíneo datado en el año 1859. El
templo tiene coro alto a los pies y las torres son de tres cuerpos. Fue
desmantelada por las tropas de la II República Española, por lo que apenas
queda mobiliario. Quedan unas pinturas murales y una custodia del siglo XVII.
Del siglo XVII es la ermita de San Bartolomé.
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La historia de Juan Herrero
Por Rafael Dolz Navarro
Corría el año de 1506 y nuestro
pueblo era únicamente el barrio de la Murada, que estaba protegido por el
castillo y las murallas medievales. Un vecino de Villarluengo, Juan Herrero,
fue víctima de un terrible engaño. Una mañana, antes de hacerse de día, iba
Juan Herrero y un falso amigo suyo por un camino de los que comunicaban el
pueblo. Al llegar a un cruce de caminos, se encontraron con una tercera
persona. Rápidamente, el falso amigo aprovechó la ocasión para asesinar a la
tercera persona; le asestó un fuerte golpe en la cabeza y luego la machacó.
Además, sacó un puñal y se lo clavó en el corazón. Una vez cumplido su
propósito, huyó monte a través lejos de esta tierra.
Juan Herrero dudó entre comunicar a
las autoridades lo que había visto, perseguir al asesino o dar largas y
continuar con sus labores del campo. Optó por la última, y esa decisión fue
equivocada. A la vuelta del pueblo, fue detenido como presunto autor del
asesinato. Por mucho que lo negó no pudo evitar su condena: Muerte en la
horca. Llegó el día de la ejecución, lo sacaron de la cárcel del castillo y rezó en la iglesia
que había al lado. Lo llevaron a la Peña de la Horca (nombre conservado hasta
la actualidad), lugar destinado a la ejecución de los reos. Entonces ocurrió
una cosa muy importante: justo antes de morir, ya con la soga al cuello, Juan
dijo unas palabras que reproduzco textualmente del libro Águilas Imperiales
en Monte Santo (p.19): Sepan y oigan todos los que aquí se hallan presentes y
sean testigos del o que yo ahora dijere, para gloria de Dios y de su Madre
Santísima; y es que, en
ese montecillo que se ve ahí detrás, el cual ahora se dice la Loma de San
Cristóbal, se aparecerá de aquí a algunos años una imagen de Nuestra Señora,
por cuya devoción y reverencia, se fundará en el propio lugar en que fuere
hallada, un convento de religiosas, en cuya iglesia será venerada y honrada la
dicha imagen. Acto
seguido, el verdugo tiró de la cuerda y Juan murió injustamente, por aquél
asesinato que nunca cometió.
La Aparición de la Virgen del Monte
Santo
Después de aquél suceso, Villarluengo
sufrió un periodo de 10-15 años de duras adversidades meteorológicas: sequías,
grandes heladas, pedriscos
que comportaron hambre, enfermedades y duras penurias sobre la
población (años 1506-1522).
Pasaron unos años, y las palabras del
pastor
¡se
cumplieron!. Otro pastor, curiosamente llamado Juan Ferrero, halló una imagen
de una Virgen cuando iba con sus animales por la loma de San Cristóbal. Era una
escultura tallada en ónice, de unos once centímetros. Esto ocurrió la mañana
del domingo 17 de Agosto
de 1522. Llevó la imagen a su casa, pero enteradas las autoridades
eclesiásticas del pueblo, estimaron que no era el lugar correcto para la
Imagen. Y así, la llevaron a la Iglesia. A la mañana siguiente había
desaparecido, sin que nadie hubiese forzado las puertas del Templo. Ninguna
persona sabía su paradero.
A los pocos días, Juan Ferrero
retornó con su ganado a la Loma de San Cristóbal, y nuevamente encontró la
imagen de la Virgen del Monte Santo en la misma piedra que la halló la primera
vez. La guardó temeroso contra su pecho, y la imagen le quedó grabada en su
carne como a fuego, conservándola hasta después de muerto. La Virgen permaneció
en casa del pastor durante un tiempo, hasta que nuevamente las retornaron a la
Iglesia, en una gran y sentida procesión.
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