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jueves, 2 de junio de 2022

Junio2022/Miscelánea. VILLARLUENGO Y LA HISTORIA DE JUAN HERRERO

VILLARLUENGO

(Iglesia de la Asunción)

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Es una monumental iglesia construida con mampostería y tres naves, la central cubierta con bóveda de medio cañón con lunetos. La fachada principal con las dos torres está a los pies del templo y entre ambas tiene un hastial con pretil mixtilíneo datado en el año 1859. El templo tiene coro alto a los pies y las torres son de tres cuerpos. Fue desmantelada por las tropas de la II República Española, por lo que apenas queda mobiliario. Quedan unas pinturas murales y una custodia del siglo XVII.

Del siglo XVII es la ermita de San Bartolomé.

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La historia de Juan Herrero

Por Rafael Dolz Navarro

Corría el año de 1506 y nuestro pueblo era únicamente el barrio de la Murada, que estaba protegido por el castillo y las murallas medievales. Un vecino de Villarluengo, Juan Herrero, fue víctima de un terrible engaño. Una mañana, antes de hacerse de día, iba Juan Herrero y un falso amigo suyo por un camino de los que comunicaban el pueblo. Al llegar a un cruce de caminos, se encontraron con una tercera persona. Rápidamente, el falso amigo aprovechó la ocasión para asesinar a la tercera persona; le asestó un fuerte golpe en la cabeza y luego la machacó. Además, sacó un puñal y se lo clavó en el corazón. Una vez cumplido su propósito, huyó monte a través lejos de esta tierra.

Juan Herrero dudó entre comunicar a las autoridades lo que había visto, perseguir al asesino o dar largas y continuar con sus labores del campo. Optó por la última, y esa decisión fue equivocada. A la vuelta del pueblo, fue detenido como presunto autor del asesinato. Por mucho que lo negó no pudo evitar su condena: “Muerte en la horca”. Llegó el día de la ejecución, lo sacaron de la cárcel del castillo y rezó en la iglesia que había al lado. Lo llevaron a la Peña de la Horca (nombre conservado hasta la actualidad), lugar destinado a la ejecución de los reos. Entonces ocurrió una cosa muy importante: justo antes de morir, ya con la soga al cuello, Juan dijo unas palabras que reproduzco textualmente del libro “Águilas Imperiales en Monte Santo” (p.19): “Sepan y oigan todos los que aquí se hallan presentes y sean testigos del o que yo ahora dijere, para gloria de Dios y de su Madre Santísima; y es que, en ese montecillo que se ve ahí detrás, el cual ahora se dice la Loma de San Cristóbal, se aparecerá de aquí a algunos años una imagen de Nuestra Señora, por cuya devoción y reverencia, se fundará en el propio lugar en que fuere hallada, un convento de religiosas, en cuya iglesia será venerada y honrada la dicha imagen”. Acto seguido, el verdugo tiró de la cuerda y Juan murió injustamente, por aquél asesinato que nunca cometió.

La Aparición de la Virgen del Monte Santo

Después de aquél suceso, Villarluengo sufrió un periodo de 10-15 años de duras adversidades meteorológicas: sequías, grandes heladas, pedriscos… que comportaron hambre, enfermedades y duras penurias sobre la población (años 1506-1522).

Pasaron unos años, y las palabras del pastor… ¡se cumplieron!. Otro pastor, curiosamente llamado Juan Ferrero, halló una imagen de una Virgen cuando iba con sus animales por la loma de San Cristóbal. Era una escultura tallada en ónice, de unos once centímetros. Esto ocurrió la mañana del domingo 17 de Agosto de 1522. Llevó la imagen a su casa, pero enteradas las autoridades eclesiásticas del pueblo, estimaron que no era el lugar correcto para la Imagen. Y así, la llevaron a la Iglesia. A la mañana siguiente había desaparecido, sin que nadie hubiese forzado las puertas del Templo. Ninguna persona sabía su paradero.

A los pocos días, Juan Ferrero retornó con su ganado a la Loma de San Cristóbal, y nuevamente encontró la imagen de la Virgen del Monte Santo en la misma piedra que la halló la primera vez. La guardó temeroso contra su pecho, y la imagen le quedó grabada en su carne como a fuego, conservándola hasta después de muerto. La Virgen permaneció en casa del pastor durante un tiempo, hasta que nuevamente las retornaron a la Iglesia, en una gran y sentida procesión.

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